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- Opinión: ¿Y qué fue de Bonita Malacón?
Información obtenida en: http://www.oem.com.mx/oem/notas/n591878.htm. Autor de la nota: Sonia Silva-Rosas. Letras al Minuto. El Sol de México. Toda mujer tiene algo de Penélope, todas esperan algo ¿Qué esperaba Bonita Malacón? Y es que Bonita poseía todo: belleza, dinero, unos padres que la adoraban y fama. De igual manera, Bonita pasó a la historia como la mujer más hermosa del mundo, tuvo amigos importantes e influyentes, fue protagonista del cine mexicano… en fin, fue una mujer que gozó la libertad a plenitud, sin embargo, ¿qué fue lo que nunca llegó a Bonita Malacón? “¿Y qué fue de Bonita Malacón?”, de José Dimayuga, editado por Jus, es un libro que narra la historia de la mujer más hermosa de Palma Gorda (un pueblo ubicado en el estado de Guerrero) desde el punto de vista de los personajes que la conocieron, he ahí la fortuna de este libro porque, además de conocer la historia de Bonita, el lector se adentra al pasado de esos personajes y del pueblo mismo, personajes que participaron de una u otra forma en el destino de Bonita Malacón. Con una narración ágil, con toques afortunados de parodia y humor, Dimayuga cuenta con lujo de detalles el ascenso y la caída de la mujer que cambió radicalmente la vida de un pueblo. En este sentido, es increíble observar cómo un concurso de belleza internacional y el triunfo de la participante palmagordeña Bonita Malacón cambia la forma de vida de los habitantes de un pueblo que se encontraba sumergido en la rutina, en el vacío, en el vivir por vivir; y durante la travesía por los recuerdos el lector bien puede confirmar ese dicho que afirma: “Pueblo chico, infierno grande”. Bonita Malacón estaba destinada a no ser completamente Penélope y romper así con el papel que ha impuesto una sociedad machista para la mujer, desempeño que incluso Octavio Paz señala en alguno de sus ensayos: para la sociedad, la mujer es un ser inferior porque al entregarse, se abre. La inferioridad no parece ser una característica ni una finalidad para Bonita, al contrario, bien observarse el desarrollo del personaje: pasa de ser una niña (edad en la que incluso se sabe hermosa y a la vez cruel e insensible) a una joven consciente de su sexo y libertad y, finalmente, el salto a una mujer que apuesta por el todo, sin reservas. Paz también añade que el respeto que se le guarda en México a una mujer, es un respeto hipócrita que busca sujetarla e impedirle que se exprese. Por obra del sufrimiento, dice Paz, las mujeres se vuelven como los hombres: invulnerables, impasibles y estoicas. Estas bien pueden ser las características que describen a Bonita Malacón, aunque debo agregar que Bonita se guardó muy bien el hacer público su sufrimiento. Después de su triunfo en el certamen de belleza, Bonita reafirma la confianza en sí misma y se acepta como una mujer libre, sin pudores. Se sabe dueña de su deseo, de su pasión y sus caprichos. Durante la narración, Dimayuga nos permite conocer la vida de los personajes que nos cuentan la vida de Bonita Malacón. A partir de diálogos y monólogos salpicados de picardía y de un lenguaje abierto y claro, sin tapujos, el autor nos presenta la historia de Chabelis, el homosexual del pueblo, dueño de un bar y admirador de Bonita, a quien ve como su diosa. Chabelis (Pedro Isabel), según las hermanas Andraca (Maya y Esther), fue un niño fantasioso, flojo y fanfarrón que se hacía pasar por hermano de María Duval, una de las luminarias del cine mexicano. Es gracioso como estas hermanas cuentan cuando Chabelis le suplica al actor David Silva que lo adopte, argumentando que su vida en Palma Gorda es un infierno. Leer los recuerdos de Chabelis es ya de por sí un manjar, pues su forma de expresarse ayudan al lector a sentir que se encuentra justo frente a él escuchándolo, observando incluso la expresión de su rostro. En la narración de las hermanas Andraca, el lector bien puede percatarse de una lucha de contrarios: Maya es una mujer devota, entregada a la iglesia y sus rezos, mientras que Esther es una mujer abierta, claridosa, buena para los trabajos pesados propios del hombre. De Esther se intuye cierto lesbianismo hasta que se conoce su historia con Nicolás, un tipo pasado de listo que le robó sus ahorros y la abandonó después de casarse con ella. Otro personaje clave es Dora Cienfuegos, compañera y rival en la infancia de Bonita Malacón. Dora ve en la entrevista que le hace el periodista que investiga la vida de Bonita, la oportunidad de develar ciertos secretos y supuestos misterios que encierran la vida de Malacón, una especie de revancha, se diría, pues como ella dice, de niña Bonita le arrebató hasta el certamen de reina de primavera del kinder. Odilón Romero y su esposa Zózima Tapia aparecen como esos personajes que saben mucho, pero que no sueltan prenda. Ambos cuentan sólo ciertos pasajes de la vida de Bonita Malacón como si fueran guardianes de un secreto preciado, de una pócima secreta, sin embargo, es la narración de Zózima, quien fuera además nana de Bonita, la que nos permite imaginar el destino final de la que fuera también esposa de Bulmaro Goring, líder del cártel del Desierto. En sí, no existe un final que nos diga qué sucedió exactamente con Bonita Malacón después del operativo en casa de Bulmaro Goring. Como todos los mitos de artistas realmente famosos, quienes mueren o desaparecen de manera trágica, la historia de Bonita Malacón deja abierto su final y en la recreación e investigación de los hechos, Dimayuga dibuja y describe los diversos comportamientos que dan vida a un pueblo de la costa mexicana: el homosexualismo y el machismo, la libertad sexual y la devoción religiosa, la envidia, la revancha, el papel de la mujer y el recelo que se asoma en cada una de las confesiones de unos personajes que buscan en las entrevistas ante la cámara, la oportunidad para salir del anonimato y del letargo al que se sienten condenados por vivir en un pueblo. “¿Y qué fue de Bonita Malacón?”, de José Dimayuga, es, sin duda, una de las novedades literarias gratas en este año editorial que inicia; es un libro lleno de voces y de presencias que posee el don de transportar al lector al lugar de los hechos e imaginar rostros, lugares y rincones, de percibir aromas y sentimientos encontrados durante su lectura. Posee también el don de arrancarnos la risa franca, sincera, al leer entre líneas, incluso, nuestra propia realidad en esta capital, ¿o me van a decir que lo que narra Dimayuga en su libro no lo vivimos día con día en el Distrito Federal? Pueblo chico, infierno grande… Imagínense, entonces, el tamaño del infierno en el que vivimos.