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"Si Neruda no murió de cáncer, somos un pueblo dramáticamente ingenuo"

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Marcela Serrano

Publica 'Dulce enemiga mía' (Alfaguara).



Marcela Serrano (Santiago, 1951) se adentra en la psicología femenina enDulce enemiga mía, una recopilación de veinte relatos unidos por un finísimo hilo que conecta los Balcanes con Santiago, México con La Mancha. "Estos relatos no nacieron del intelecto", dice, y efectivamente nacen de algo más profundo, más visceral. Algo que deja ver en profundidad los miedos de estas mujeres tan diferentes y a la vez tan extrañamente similares en su fortaleza. Serrano recorre la soledad, la maternidad y el miedo al abandono, abriendo un abanico de sensaciones marcadas por una firme convicción feminista.

Pregunta.- Quiero empezar preguntándole por el título, que encierra la paradoja “Dulce enemiga”. ¿Por qué lo eligió?
Pregunta.- Elegí ese título como un homenaje a Cervantes, “dulce enemiga mía” es una de las tantas formas en que El Quijote se refiere a Dulcinea y en el relato es ella quien habla, pavoneándose frente al resto de las mujeres por su inmortalidad.

P.- En el libro aparece toda una cabalgata de personajes femeninos. ¿Se propuso tocar las más diferentes posturas y personalidades de las mujeres?
R.- La verdad es que no me propuse nada. Son sólo historias que fui escribiendo en la medida que me llegaban las diferentes imágenes, con absoluta libertad y concentración en el momento mismo. Supongo que el hilo conductor podría ser la voz femenina (aunque también hay gatos y perros) lo que no significa nada, pues siempre he usado ese punto de vista en mis narraciones.

P.- ¿Qué aspectos del universo femenino ha abordado en este libro que no hubiera tocado todavía?
R.- No lo sé. No me propuse tocar aspectos determinados. Siento que estos relatos no nacieron del intelecto y por ello no hay una intencionalidad previa.

P.- ¿Qué hilos conectan unos y otros relatos?
R.- Un cierto cinismo, una cierta oscuridad que probablemente ha estado ausente en mis novelas.

P.- En uno de los relatos toca el tema del aborto en su país. ¿Qué opina de este asunto?
R.- Ese relato al que se refiere sucede en México y aquella es la realidad mexicana, mucho más progresista que la chilena frente al tema del aborto. En Chile no hay ningún tipo de legislación, nada. Incluso se borró de la constitución la posibilidad del aborto terapéutico (que estuvo presente antes de Pinochet). Debo recordar que, junto con Irlanda, Chile fue el último país del mundo occidental en aprobar una ley de divorcio y esta sólo rige desde hace seis años. Con ese dato, imagino que una ley que permita abortar tardará mucho.

P.- ¿Goza la literatura chilena actual de buena salud?
R.- Creo que sí. Hay varios autores jóvenes y vitales, aunque debo reconocer que no los sigo mucho. Mi generación -los que empezamos a publicar a principios de los 90, con la nueva democracia- fue contundente pero luego se dispersó y pocos continuaron en el intento. Es fácil escribir en Chile en la medida en que no hay muchos padres literarios (ni hablar de madres) por lo que el parricidio no es una tarea dramática a cumplir. 

P.- ¿Qué opina del caso de los restos de Pablo Neruda?
R.- Hay algo demencial tras ello. Si durante 39 años pensamos que murió de cáncer y resulta no ser así, significaría que somos un pueblo muy loco, dramáticamente ingenuo, irredimible.

Julio Cortázar, el gigante que crece en la ausencia

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Julio Cortázar no ha dejado de crecer. En junio de este año se celebran los cincuenta años de la aparición de su innovadora novela “Rayuela”, publicada en junio de 1963.

Cortázar sufría una extraña enfermedad que parecía inventada por  él mismo: acromegalia. Y él la sobrellevó en sus sesenta y nueve años de vida: Nunca dejó de crecer. Cada año crecía tres centímetros. Su gigantismo físico coincidía con la desmesura de su corazón y su imaginación. Sin duda, un cuentista excepcional. Cada vez releo Casa tomada, Axololt o Carta a una señorita en París, para sumergirme en ese mundo que solo Cortázar pudo contar a su manera. Y vuelvo sobre Rayuela, una novela que está escrita con el pulso y el impulso de sus vísceras, para no seguir hablando de esa zona imprecisa y vaga que es el alma.

Cortázar se elevaba en lo cotidiano y nos entregaba otra dimensión de lo real, en el que son puntuales los azares y las causalidades. Fue sensible a los fenómenos sociales y políticos del continente y fue una conciencia despierta y activa ante los derechos humanos y la suerte de sus contemporáneos, bajo regímenes políticos que amenazaban con la libertad de expresión y con la vida misma.

Cuando veo sobrevivir a sus amigos más cercanos, pienso qué pensaría Cortázar del mundo que hoy vivimos, cada vez más autista, alienado, despreocupado por el destino de la humanidad en el umbral de nuevas amenazas nucleares, un mundo donde el absurdo y la irracionalidad se volvieron formas aceptadas de la cotidianidad, y qué decir de los nuevos ciudadanos que deambulan por las ciudades del planeta, cada vez más invisibles, atrapados en sus soledades individuales.

Él concibió una tribu de hombres que llamó cronopios y famas, que tanto se parecen a las criaturas vertiginosas y locas de nuestro tiempo. El mundo es cada vez menos de cronopios, esos seres ajenos al tiempo, puros y de una inocencia capaz de espantar al más ingenuo de los niños.

Cortázar hablaba de purezas espantosas como la de la mirada de los peces y los pájaros. Una pureza que atravesaba la mirada sucia de los hombres, mamíferos incapaces de santidad ni legítima inocencia.

Creo que después de muerto, a Julio Cortázar le siguen creciendo los cabellos y las uñas de sus sueños. Pero también sus historias siguen creciendo entre sus lectores.



UNA CRIATURA PERDURABLE

“Ningún  otro  escritor  dio  al  juego  la  dignidad  literaria  que  Cortázar,  ni  hizo  del  juego  un instrumento  de  creación  y  exploración  artística  tan  dúctil  y  provechoso.  La  obra  de  Cortázar abrió puertas inéditas.”

Mario Vargas Llosa



“Si  no  hay  una  voluntad  de  lenguaje  en  una  novela  en  América  Latina,  para  mí  esa  novela  no  existe.  Yo  creo  que  la  hay  en  Cortázar,  que  para  mí  es  casi  un  Bolívar  de  la  literatura latinoamericana. Es un hombre que nos ha liberado, que nos ha dicho que se puede hacer todo.”

Carlos Fuentes



“Prosa  hecha  de  aire,  sin  peso  ni  cuerpo  pero  que  sopla  con  ímpetu  y  levanta  en  nuestras mentes  bandadas  de  imágenes  y  visiones,  vaso  comunicante  entre  los  ritmos  callejeros  de  la  ciudad y el soliloquio del poeta.”

Octavio Paz



“Cortázar es el mejor.”

Roberto Bolaño



“Cortázar  nos  ha  dejado  una  obra  tal  vez  inconclusa  pero  tan  bella  e  indestructible  como  su recuerdo”:

Gabriel García Márquez                      

Fuente:

Los profesionales más influyentes

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La Fundación El Libro se propuso rastrear a los profesionales que más nos inspiran para trabajar cada día mejor en el mundo del libro. No es una misión fácil, ya que la labor editorial suele ser de perfil bajo y la extensión del territorio que queremos abarcar dificulta descubrir a muchos talentos que, seguro, contagian su pasión por los libros a quienes tengan la suerte de tenerlos cerca.
Gracias al voto de profesionales de toda América Latina y España, este año podemos agregar veinte nombres nuevos a los “50 destacados” del 2012. Con esta publicación queremos darlos a conocer y hacer nuestro pequeño homenaje a su gran esfuerzo de todos los días. ¡Felicitaciones a todos y que sigan haciendo más y mejores libros!

Destacados del 2013

  • Jaime Abello Banfi, Fundación Nuevo Periodismo, Colombia
  • Jesús Chico García, Artemis - Edinter, Guatemala
  • Luis Chitarroni, La Bestia Equilátera, Argentina
  • Javier Cortés, Federación de Gremios de Editores de España, España
  • Roberto Igarza, asesor independiente, Argentina
  • Daniel Goldin, Biblioteca Nacional Vasconcelos, México
  • Manuel Gil, Antinomias Libros, España
  • Francisco Goldman, asesor independiente, Estados Unidos
  • Daniel Jiménez Quiroz, Festival Entreviñetas, Colombia
  • Octavio Kulesz, Editorial Teseo, Argentina
  • Moisés Melo, asesor independiente, Colombia
  • Valerie Miles, Granta en Español, España
  • Ulises Milla, Ediciones Puntocero, Venezuela
  • Eduardo Rabasa, Sexto Piso Editorial, México
  • Matías Rivas, EdicionesUDP, Chile
  • Julián Rodríguez, Periférica, España
  • Juan Carlos Sáez, Asociación de Editores Independientes de Chile, Chile
  • Angela Signes, Conabip, Argentina
  • Alejandro Valles Santo Tomás, Fondo de Cultura Económica, México
  • Gabriel Zaid, Editorial Jus, México
     

Listado completo de los destacados

El orden que usamos es alfabético por apellido, junto a cada participante se menciona el lugar de trabajo y el país de residencia actual.
Alemania: Marifé Boix García(Feria del Libro de Frankfurt), Michi Strausfeld (Editorial Fischer)
Argentina: Jorge Álvarez (Editorial Jorge Álvarez), Pablo Braun (Filba - Festival de Literatura de Buenos Aires), Ana María Cabanellas (Claridad y Heliasta), Hernán Casciari (Editorial Orsai), Luis Chitarroni (La Bestia Equilátera), Nicolás Costa (International Editors), Leandro de Sagastizábal (Tinta Fresca), Alberto Díaz (Emecé), Daniel Divinsky (Ediciones de la Flor), Mempo Giardinelli (Fundación Mempo Giardinelli), Roberto Igarza (asesor independiente), Alejandro Katz (Katz Editores), Octavio Kulesz (Editorial Teseo), Gloria Rodrigué (Edhasa), Guillermo Schavelzon (Schavelzon Agencia Literaria), Angela Signes (Conabip)
Chile: Arturo Infante (Cámara Chilena del Libro), Matías Rivas (EdicionesUDP), Juan Carlos Sáez (Asociación de Editores Independientes de Chile), José Manuel Zañartu (Editorial Zigzag)
Colombia: Jaime Abello Banfi (Fundación Nuevo Periodismo), Ana Roda (Biblioteca Nacional), Cristina Fuentes (Hay Festival Cartagena - Colombia/Londres), Daniel Jiménez Quiroz (Festival Entreviñetas), Moisés Melo (asesor independiente), Fernando Zapata (Cerlalc)
España: Horacio Amorrortu (Amorrortu -España/Argentina), Antonio María Ávila (Federación de Gremios de Editores de España), Carmen Balcells (Agencia Carmen Balcells), Alberto Borrás (Pre-Textos), Mercedes Casanovas (Agencia Literaria Mercedes Casanova), Javier Cortés (Federación de Gremios de Editores de España),  Juan Cruz Ruiz (El País -crítico literario), Beatriz de Moura (Tusquets), Pedro del Carril (Salamandra), Ignacio Echevarría (Crítico literario), Ofelia Grande (Siruela), Paco Goyanes (Librería Cálamo), Jorge Herralde (Anagrama), Claudio López Lamadrid (Mondadori), Valerie Miles (Granta en Español), Francisco "Paco" Porrúa (Editorial Minotauro), Pilar Reyes (Alfaguara - España/Colombia), Julián Rodríguez (Periférica), Jacobo Siruela (Atalanta), Jaume Vallcorba (Acantilado)
Estados Unidos: Patricia Arancibia (Barnes & Noble/Nook), Hortensia Calvo (Tulane University), Linda Goodman (The Bilingual Publications), Adán Griego (Stanford University), Teresa Mlawer (Lectorum Publications), Pedro Huerta (Amazon LatinAmerica)
Guatemala: Jesús Chico García (Artemis - Edinter)
México: Christopher Dominguez-Michael (Crítico literario), Daniel Goldin (Biblioteca Nacional Vasconcelos), Tomás Granados Salinas (Fondo de Cultura Económica), Jaime Labastida (Siglo XXI), Ricardo Nudelman (Fondo de Cultura Económica), Eduardo Rabasa (Sexto Piso Editorial), Consuelo Sáizar (Conaculta), Marcelo Uribe (Era), Alejandro Valles Santo Tomás (Fondo de Cultura Económica), Gabriel Zaid (Editorial Jus)
Uruguay: László Erdélyi (El País - crítico literario), Alvaro Risso (Linardi y Risso)
Venezuela: Ulises Milla (Ediciones Puntocero)

Horacio Convertini: “Cuando escribo para chicos busco que haya un mensaje”

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Ganó el Premio Sigmar de Literatura Infantil y Juvenil. El año pasado ganó un concurso por una novela policial. A los chicos, dice, los trata mejor.
"Iba caminando al colegio. No recuerdo si pensaba en algo o si solo tenía la mente en blanco. Tarareaba una canción desconocida que había escuchado en la radio la noche anterior. Y pateaba un pequeño canto rodado de color bermellón. Los ojos puestos en el destino de la piedra tras el puntinazo, apenas eso. De golpe, tuve la sensación de que algo malo estaba por pasar”.
Así comienza la novela del escritor y periodista Horacio Convertini, Terror en Diablo Perdido, que acaba de ganar el Premio Sigmar de Literatura Infantil, dotado con 23.000 pesos.
La novela cuenta la historia de unos chicos que tienen que ir a un concurso de narración en un pueblo vecino. Antes del viaje, uno de ellos recibe la visita del fantasma de una nena que le dice que no viaje. Todo se relacionará con una leyenda del pueblo que habla de un gaucho que hizo un pacto con el diablo para poder saquear a placer. A cambio, él le daría la vida de tres chicos.
A Convertini –que actualmente dirige el diario MUY, y que se define como “concursante serial” y “lector de colectivo”– definitivamente lo tocó la varita de una musa. En 2012, su novela La soledad del mal (Eduvim), se llevó el Premio Azabache de novela negra; El refuerzo (Puntocero), ganó el accésit al Premio de Novela Corta Gabriel Sijé en España, en 2008 y su libro de relatos Los que están afuer a (Paradiso), ganó el segundo premio en la categoría de cuentos del Fondo Nacional de las Artes en 2008.
La leyenda de los invencibles (SM) y La noche que salvé al universo (Sigmar), sus otras novelas infantiles, fueron finalistas del Premio Barco de Vapor en 2010 y Sigmar 2009, respectivamente.
Escribe una hora por día y casi no necesita dormir.
–¿Cómo se lleva esto de ganar tantos premios?
–Soy un concursante serial, es la manera de tener visibilidad y poder publicar. Me siento contento por los premios, pero tengo claro que tomar un concurso como medida de la calidad literaria es un error, esto es una lotería, hay que tomarlo deportivamente.
–¿Cuál es la diferencia entre escribir para chicos y escribir para adultos?
–Para chicos busco que haya algún tipo de mensaje moral, con los adultos eso no me interesa. Con los chicos, busco cierto tono melancólico y de acercamiento emotivo a los personajes. Los trato mejor que a mis personajes adultos. En mis personajes infantiles hay siempre una pizca de heroísmo, amistad y solidaridad.
–¿Cómo hacés para escribir tanto y a la vez dirigir un diario?
–La mayoría de mi producción es previa a la dirección de MUY, lo tenía casi todo en un cajón. Lo que hago diariamente es corregir cosas que ya tenía. Desde que dirijo el diario, escribir cosas nuevas se complica más. De todos modos, duermo poco y tengo una ayuda formidable en mi casa, mi mujer me barre todo el frente. La verdad es que paso demasiado tiempo enchufado a la realidad y la literatura me desconecta.
Convertini no para: ahora está a a punto de presentar en Venezuela su última novela New Pompey, que aún tardará un tiempo en llegar a la Argentina.


Mi otro yo pornógrafo

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Después de la crisis del 2001, tras dedicar su juventud a estudiar cine en un país que no da trabajo a quien no tiene plata ni (seamos justos) desborda de talento, el protagonista de Mundo porno, Juan Manuel Candal, encuentra como forma de resistir la miseria (una miseria en la que tiene tv por cable y alquila en Palermo) hacer asistencia de dirección y cámara para Michel Pervy International Inc. Michel Pervy es el nombre de fantasía del hábil estafador Marcelo Trotta; la International Inc., la productora porno a la que Juan es enganchado en una escalada de responsabilidades cuya aceptación está disimulada por la sutileza del seductor y por la dura cara de la necesidad: la voluntad de Juan no parece intervenir cuando termina editando en una noche lo que es casi imposible y poniendo su propio equipo al servicio de Michel Pervy; tampoco cuando termina colocando las luces, empuñando la cámara en castings ventajeros ni, en definitiva, cuando se vuelve un engranaje central en el mundo porno que rodea a su corruptor.
En la perspectiva moral de esta novela, el porno puede aparecer como una opción ventajosa en la ecuación entre el tiempo entregado al trabajo y el grado de humillación de la tarea, hasta que un muchacho como uno entra en la industria y tiene que ver de cerca los maltratos machistas, las drogas y las chantadas a las que son expuestas mujeres que alternan la debilidad y la indefensión con la dureza de la calle. El narrador rechaza los planteos del progresista “bobo” que piensa que las mujeres aún son objeto de violencia de género (perspectiva demodé según Candal, que es varón) o que los homosexuales son una minoría oprimida (tema viejo según Candal, que es heterosexual). Pero esta especie de rebeldía ante la moral de su clase y su tiempo no termina más allá del bien y del mal, si no en un ethos de barrio que lo empuja a salvar a las chicas con quijotadas, a repudiar el porno como lo haría un presentador de noticiero y a considerar que el más terrible crimen que Trotta comete contra sí mismo y los otros es ser (en palabras de Candal) un “pedazo de puto reprimido”.
El lector termina por descubrir que el narrador se miente a sí mismo al relativizar su responsabilidad, que comprende poco de ese mundo exactamente extraño que se esconde al otro lado y detrás de la lente del porno porque no puede ir más allá (los “apuntes para una pornosofía” de la novela son a veces banales, a veces inexactos), y que se esfuerza por encontrar en un caso testigo fatal la confirmación de un juicio que había hecho antes de comenzar su aventura (que, para ser justos, es de lectura amena y mezcla con éxito los tonos de la novela de iniciación y el thriller). Sería una elección inobjetable (construir un narrador que entiende menos que el lector), pero lo que complica las cosas en Mundo porno es la identidad de los nombres del escritor y el narrador y el aire autoficcional de la novela: acá, Humbert Humbert también firma en la tapa del libro.

Vida y obra: David Foster Wallace

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A fines del invierno boreal de 1996 apareció en las librerías de los Estados Unidos una novela gigante – la imagen de la tapa era de un cielo alegremente nublado. El título, en la parte superior de la portada y en una letra semitransparente, apenas se podía leer. En cambio, el nombre del autor —David Foster Wallace— en enormes letras negras y en mayúscula, ocupaba casi toda la superficie de la tapa. Si eras un avezado seguidor de las letras contemporáneas entonces, con seguridad  habrías oído hablar de Wallace, aunque posiblemente no lo hubieses leído. Wallace publicó una novela, bien recibida por la crítica pero poco vendida, en 1987 (The Broom of the System) y una colección de cuentos en 1989 (The Girl with Curious Hair). Pero si estabas allí, parado en una librería en 1996 —en Boston o Nueva York, o donde fuera que hubiese librerías buenas— viendo una enorme y prolija pila hecha de ejemplares de la nueva novela, Infinite Jest, te habrías preguntado un tanto perplejo, ¿Quién es este tipo?No faltaba mucho para que lo supieras. Infinite Jest (La broma infinita) hizo definitivamente famoso a Wallace, que en ese momento tenía 33 años. Ahora, casi dos décadas después, se puede afirmar sin dudas que es la última gran novela del Siglo XX.

Al igual que En búsqueda del tiempo perdido de Marcel Proust o Ulises de James Joyce, La broma infinita es uno de esos libros sobre los que todo el mundo habla sin haberlo leído necesariamente. Intimida por varios motivos. Primero, son más de mil páginas. Segundo, la narración está repleta de pies de página (388, para ser exactos), las cuales son un pequeño libro en sí mismo. Además, su reputación de “clásico moderno” —y de material de lectura predilecta entre la gente cool y los hipsters— le juega en contra. Un lector virgen podría acercarse a La broma infinita con una actitud seria y reverencial. Sería un gran error, porque es una novela profundamente cómica e irreverente.

Por más compleja que parezca en un vistazo inicial, La broma infinita no es una novela complicada. Situada en un futuro cercano, en el cual Canadá, los Estados Unidos y México se han unido en un superpaís -en el que los años tienen el nombre de sponsors comerciales- relata tres mundos que se cruzan y se intercalan. Uno es el de una academia de tenis en un pueblo muy cercano a Boston. Otro es el de los miembros de una casa de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos que esta ubicada muy cerca de la academia de tenis. El tercero es el que componen la búsqueda de dos agentes secretos canadienses, que -ubicados en el desierto de Arizona- buscan una película que se distribuye clandestinamente en videocasete. Esa película se llama, justamente, La broma infinita, y es literalmente mortal. Nadie la visto porque cualquiera que la ve se queda tan hipnotizado que no puede hacer nada salvo mirarla y termina por morir delante del televisor.

Sin entrar en detalles, y dirigiéndonos principalmente a lectores ansiosos pero temerosos de leer la novela, podemos asegurarles que es, antes que cualquier otra cosa, una novela muy divertida. No es un libro pretencioso que exhibe la erudición del autor. Tiene algo de Salinger y algo de Pynchon. Sería imposible filmarla, pero alguien que podría hacerle justicia –por lo menos al fragmento de la academia de tenis- es Wes Anderson. Tiene ese tipo de bello hiperrealismo y humor discreto y bizarro. Es absurda y a la vez realista. Trata enormes temas —como el agotamiento de la imaginación en una cultura bombardeada por incesantes entretenimientos vacuos, o las gigantescas dificultades de salir de la adicción — pero al mismo tiempo, es una novela cómica, de las pocas que te puede hacer reír a carcajadas: como Tristram Shandy o La conjura de los necios. Además tiene un enorme elenco de personajes menores cuyos nombres, solamente, inspiran ternura y risa: Ortho Stice, Gerhardt Schtitt, LaMont Chu, Gene Fackelmann, Petropolis Kahn, Mildrid M. Bonk, Stokely Darkstar, y Madame Psychosis, para nombrar solo algunos.

David Foster Wallace se crió en una casa alegre, en Champaign, Illinois, junto con una hermana menor, y dos padres muy intelectuales. Su padre, un profesor de filosofía en la universidad d e Illinois, fue alumno de un alumno de Wittgenstein. De adolescente Wallace era buen atleta – abandonó el futbol americano (porque no le gustaba golpear a las personas) por el tenis (fue un jugador poco ortodoxo pero muy bueno). Le gustaba la marihuana y era excelente alumno. Fue a la universidad de su padre, Amherst, pero se sintió muy solo, aunque tenía un grupo de amigos íntimos. Acosado por una violenta depresión volvió a su casa después del primer año de estudio. Un año después, volvió a Amherst y terminó recibiéndose con los más altos honores, estudiando filosofía y literatura. Su tesis para letras fue una novela, que terminó siendo, unos años después, su primera novela publicada. Hace poco se editó también su tesis para el grado de filosofía.

Wallace luego asistió a la universidad de Arizona para hacer un posgrado en escritura creativa. Allí se convirtió en un alumno difícil – de los que desprecian a los profesores por idiotas. Esos idiotas, por su parte, lo despreciaban a él –hasta que publicó The Broom of the System. El resto de la vida de Wallace, aparte de escribir, fue marcado por la vida universitaria (fue profesor), la adicción a las drogas (de la cual se recuperó) y la depresión (que nunca lo abandonó).

Tras un intento de vivir de la escritura en Boston y drogarse y beber a niveles autodestructivos, recibió una beca completa para el programa doctoral de filosofía en Harvard. Duró poco tiempo. Acosado por otra violenta depresión, fue a los servicios médicos de la facultad para avisarles que tenía miedo de matarse. Fue internado inmediatamente en el hospital psiquiátrico McClean, (donde también se habían internado escritores como Sylvia Plath, Robert Lowell y Anne Sexton). Se recuperó, pero la depresión estuvo en el centro de su vida siempre y, al final, fue también la causa de su muerte.

Salvo unos breves intervalos en los que se dedicó exclusivamente a escribir, Wallace se ganó la vida dando clases universitarias de escritura creativa. Pero el antes y después de su vida fue la publicación de La broma infinita. Entre 1996 –la fecha de publicación de su mayor obra- y el 2008, el año de su muerte, Wallace escribió cuentos y brillantes crónicas periodísticas, pero su meta siempre fue volver a la novela. Tal vez no solo lo agotó el éxito de La broma infinita, sino que agotó todo su material autobiográfico en ese libro. De hecho, para escribir su novela póstuma –e incompleta- estudió contabilidad por años. El rey pálido se trata de un agente de la oficina de recaudación de impuestos de los Estados Unidos. Wallace pudo hacer de un tema tan árido una novela bella – pero nunca lo convenció. Describió su esfuerzo por escribirla como un intento por armar una casa de tablones de madera liviana en una enorme tormenta de viento.


Hoy David Foster Wallace tendría 51 años recién cumplidos (nació el 21 Febrero de 1962). En estos tiempos de prolongada juventud, es una buena edad para ser un autor. Cormac McCarthy, Philip Roth y Thomas Pynchon escribieron grandes libros después de sus 50 años. Pero David Foster Wallace solo llegó hasta los 46.

El 12 de septiembre del 2008 se suicidó —ahorcándose en el garaje de su hogar en California, donde tenía su estudio. Aparentemente, había ordenado sus papeles y archivos meticulosamente antes del acto final.

Visto desde afuera, la muerte de David Foster Wallace parece totalmente innecesaria. Hasta el final fue una persona muy amada, no solamente por sus lectores, sino por su círculo íntimo: sus alumnos, sus padres, su hermana y su esposa. Los libros de Foster Wallace, además, son libros llenos de alegría. De alegría existencial, de alegría narrativa (la alegría de contar cuentos) y de alegría intelectual. Y sin embargo, al mismo tiempo  —dado el terrible final de David Foster Wallace— están atravesadas por una aplastante tristeza.

Lanzan libro con ilustraciones inspirado en obra de Vicente Huidobro

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¿Cómo llegar con la obra de Vicente Huidobro a los jóvenes? Bajo esa inquietud, la editorial Planeta Sostenible y Krakovia producciones, pensaron una forma atractiva, visual y contemporánea para traducir la poesía siempre provocadora y experimental del padre del Creacionismo.
Y así llegaron a "El viaje en paracaídas", prefacio del libro más famoso de Huidobro, Altazor (editado originalmente en 1931), el que fue "traducido" a imágenes por la artista plástica Cristina Arancibia Brecht. Concebido como un medio de iniciación en la obra del poeta, el libro será presentado mañana miércoles en el Museo Casa Colorada (Merced 860) y contará con la presentación de la cantautora nacional Javiera Bobadilla. 
Según explican los editores de "El viaje en paracaídas", "la historia de la creación y edición de Altazor es larga y fragmentada, fue publicado por etapas, en distintos lugares e, incluso en distintos idiomas". 
"De este cuerpo poético hemos elegido publicar su primera parte, el Prefacio, titulado tempranamente por Huidobro como "El viaje en paracaídas", pues allí se contienen los elementos principales que sirven de guía para comprender la obra completa escrita en VII cantos. Esta invitación para adentrarse en la obra de Huidobro la hacemos de la mano de otra artista: la ilustradora Cristina Arancibia -Niktalope-, pues estamos convencidos que la confluencia del lenguaje visual y verbal genera textos tremendamente atractivos, especialmente para fomentar la lectura entre niños y jóvenes", indican en un comunicado.

Pérez Reverte, Coetzee y Cercas protagonizan Feria de Buenos Aires

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Pesos pesados, estrellas en ascenso, bestseller planetarios, autores de moda y algunos de los más importantes de nuestra lengua. La lista de invitados de la 38 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires es larga, diversa y quizás una de las mejores de los últimos años: con el Nobel sudafricano J. M. Coetzee y el español Arturo Pérez Reverte como nombres principales, el evento arranca el próximo jueves.

Considerada una de las más importantes del continente, es una megaferia plagada de oportunidades literarias: está ubicada en La Rural, un recinto del barrio Palermo de extenuantes 45 mil metros cuadrados y estará 20 días abierta. El lema de este año es Libros como Puentes, Amsterdam es la ciudad invitada y se espera que atraiga a un millón de personas.

A pocos días de pasar por nuestro país por segunda vez, Coetzee será el encargado de la conferencia magistral. Aunque la primera conexión chilena de esta feria será la participación del novelista español Javier Cercas. El autor de Soldados de Salamina el sábado 27 participará una versión de la Cátedra Roberto Bolaño, de la Universidad Diego Portales. Amigo del autor de 2666, tras Buenos Aires aterrizará en Santiago para ser parte del mismo seminario.

Ese no es el único lazo chileno de la feria de Buenos Aires. La segunda versión de los Diálogos Latinoamericanos en Argentina tendrá como invitados a cinco autores chilenos: Carla Guelfenbein, Nona Fernández, Marcelo Mellado, Leonardo Sanhueza y Diego Zúñiga.

De Gray a Padura
Aunque las librerías de Corrientes lo tienen todo, a la feria llegan más rápido las novedades. Entre las transandinas más esperadas, El libro de los sueños, la primera novela póstuma de Fogwill, o Cuentos Completos, de Rodolfo Walsh, que presentará Ricardo Piglia. El mexicano Juan Villoro estará en el lanzamiento de uno chileno: Rompe, paga (Ediciones La Flor), de Alberto Montt. El 1 de mayo todo el público estará en el lanzamiento de La hija de Dios, de Dalma Maradona.

Para las grandes audiencias, la feria porteña está preparada: el sábado 11 de mayo estará la estadounidense Claudia Gray, autora de la exitosa saga de vampiros Medianoche. Una semana antes será el turno de la bestseller alemana Sarah Lark. También habrá en español: la mexicana Laura Esquivel y la española Rosa Montero lanzarán en la feria sus nuevas novelas.

Invitado a participar en lecturas sobre Cuba, el 11 de mayo estará en La Rural Leonardo Padura, acaso el más destacado narrador actual de la isla. Desde Francia, llegará Mathias Enard, nueva y particular voz de la narrativa histórica gala, autor de Habladles de batallas, de reyes y elefante. Pero si de novelistas históricos se trata, ahí está Pérez Reverte. El creador del Capitán Alatriste será el encargado de cerrar la feria y él último sábado lanzará El tango de la guardia vieja, una historia de amor entre dos músicos en una trama de espionaje, ambientada en la Guerra Civil Española.
Fuente: http://www.latercera.com/noticia/cultura/2013/04/1453-519142-9-perez-reverte-coetzee-y-cercas-protagonizan-feria-de-buenos-aires.shtml

Cees Nooteboom, enviado especial de Poseidón en la tierra

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El autor holandés publica 'Cartas a Poseidón' (Siruela), un volumen que compila decenas de misivas dirigidas al dios griego en las que le formula todo tipo de cuestiones y le da cuenta de los trajines de este mundo | "Me ha salido un libro casi teológico", afirma


En un relato titulado Poseidón Kafka perfila al dios como un viejo agotado. Organiza los recursos del mar para que todo funcione como es debido desde el fondo. Ahí habita, casi uncido a sus quehaceres logísticos, y apenas tiene una perspectiva clara de la majestad y potencia del hábitat que domina. Cees Nooteboom (La Haya, 1933) desconocía este cuento. Pero cuando lo leyó por primera vez le dio por situarse en la posición de la exhausta divinidad y mirar hacia arriba. Y se dio cuenta de que un día Poseidón tuvo que ver las plantas de los pies de Jesucristo avanzar sobre la superficie acuática. Es una imagen que sobrecoge, por su belleza y por su carga simbólica.

Nooteboom se preguntaba si el dios griego sentiría envidia del hijo del dios cristiano. En cierto modo su llegada a este mundo suponía ser relegado en el universo de los hombres. Y decidió preguntárselo. Por carta. Pero no era la única cuestión que tenía para Poseidón. El autor holandés guardaba muchas más, desde hacía tiempo. "En realidad es un personaje que me fascina desde que leí la Ilíada en el instituto", explica a El Cultural. Está en su habitación de un hotel de Bogotá, a donde ha llegado para presentar en la feria del libro de la ciudad colombiana alguno de sus libros que se acaban de publicar allí. Uno de ellos es precisamente el que da pie a esta entrevista, Cartas a Poseidón (Siruela), formado por todas la cartas en las que plantea una amplia diversidad de cuestiones al dueño y señor de los mares.

"En cierto modo, me ha salido un texto teológico", precisa. "Me cuesta mucho intentar explicarlo así, por teléfono, es un libro sui generis, algo extraño". La verdad es que resulta complejo de clasificar. Lo componen decenas de misivas en las que Nooteboom no sólo le pregunta cuestiones teológicas (sobre la inmortalidad, sobre lo que le inspiran los seres humanos, sobre los celos respecto a otros dioses...). También le narra impresiones, sucesos, curiosidades... "Pensaba que Poseidón tenía necesidad de saber más de lo que pasa aquí". En realidad, Nooteboom se convierte en una especie de enviado especial de Poseidón en este mundo, obligado a darle cuenta de su laberíntico devenir.

El autor de Hotel nómada, que acaba de publicar en España tambiénAutorretrato de otro (Calambur), en colaboración con el pintor alemán Max Neumann, recuerda que la bombilla para escribir este libro se le encendió por casualidad. "Cada vez le presto más atención y marcan mis pasos señales aparentemente azarosas". Estaba en un café de Munich, en la Marienplatz, dispuesto a emprender la lectura de Las cuatro estaciones , de Sandor Marai, que acababa comprar. El camarero le entregó una servilleta y ahí leyó: "Café Poseidón". Y aparecía una ilustración clásica del dios, con su tridente y sus barbas. "Acababa de terminar Los zorros vienen de noche y me sentía vacío, como cada vez que termino un libro. Yo no suelo saber qué voy a escribir después. Y me dije: 'Pues ahora es el momento'".

Nooteboom, un clásico en las quinielas del Nobel cada año, siente una querencia profunda por el mar, que no ha hecho sino agravarse durante las cuatro décadas que lleva asomándose al Mediterráneo desde la isla de Menorca, donde pasa varios meses al año (por lo general, el periodo estival). Es otra de las razones de su interés por los designios de Poseidón. Entonces fue cuando se puso a pergeñar esas abigarradas narraciones que contienen las cartas, que ha escrito a lo largo de cuatro años. Es curioso que a lo largo del libro Nooteboom no le pide nada Poseidón. El cumplimento de ningún deseo, que es lo típico que los hombres imploran a los dioses. "Bueno, la verdad es que siempre le pido una cosa todos los años. Antes de irme de Menorca, cuando ya está llegando el otoño, me lanzo de una roca al agua y le solicito el favor de que me deje volver un año más. De momento no me ha fallado".

Es allí donde le gusta esconderse de los trajines cotidianos. Donde se vuelve provisionalmente un hombre sedentario. Algo insólito en un trotamundos infatigable como él. No para. A Suramérica acaba de llegar después de recorrer durante cinco meses los templos de Kioto junto a su mujer, con la que ha urdido un volumen en el que documenta los itinerarios de peregrinación budista del país nipón. De Bogotá se trasladará a la feria del libro de Buenos Aires, en un par de semanas. Luego tocan conferencias en Montevideo y Santiago (en esta ciudad junto a Alejandro Zambra). Y por último, atravesará el desierto de Atacama. Luego pretende recalar en Menorca: "Y no ser molestado por nadie".

Tanto trasiego es consustancial a su literatura. Cartas a Poseidón no es una excepción . A su manera, es también un libro de viajes, que compila retazos de los rincones del planeta más dispares. Material de primera mano para mantener bien informado al dios heleno, que, confiesa Nooteboom, todavía no ha acusado recibo. "Ya veremos, con los dioses nunca se sabe".

Fuente: http://www.elcultural.es/noticias/LETRAS/4662/Cees_Nooteboom_enviado_especial_de_Poseidon_en_la_tierra

Juicio a Maiakovski

By : Unknown

El escritor de 'Los príncipes nubios' novela la aventura del poeta futurista

Tocar el cielo de la poesía, ser de los malos. Llevar la cabeza peinada con relámpagos y después afeitársela para que Rodchenko te retrate como a un boxeador. Ser un chulo, el más chulo de Petersburgo y de Moscú, y amar "como un perrito" a una burguesa casada. Prometer un mundo libre a través de la poesíay, después, dejar que la burocracia bolchevique cargue el tambor de la pistola con la que se descerrajó la vida en el callejón de Lubianski, el 14 de abril de 1930. Tenía 37 años.
Vladimir Maiakovski parece un personaje de novela. Ya es un personaje de novela. El escritor Juan Bonilla, autor del blog de ELMUNDO.es 'Biblioteca en llamas' toma la vida Maikovski en su nueva novela, 'Prohibido entrar sin pantalones' (Seix Barral).
Maiakovski era, desde hace tiempo, un cóctel de energías en colisión fascinante para Bonilla. Algo que no se podía concretar del todo en un cuento, ni en un ensayo, ni en un poema. Algo que exigía una novela exigente para ser contado de otro modo.
-Por qué el interés en Maiakovski?
-Tiene mucho con ver qué ha sucedido también conmigo a lo largo de los años como lector suyo... Por debajo del texto de la novela hay una conversación entre el hombre desilusionado y desengañado que soy ahora con el chaval que fui y descubrió en Maiakovski a un hombre que decía que ésta tenía que servir para algo más que para ser leída por un puñado de tipos cultos. Que debe cambiarlo todo... Fue alguien que se negó a estar sometido a la rutina y formó parte de esa ambición tan tremenda de algunos artistas que se sentían obligados a asaltar al poder.
Un poder que siempre jugó en su contra. Lenin se sirvió de él y Stalin lo remató. Pero nunca se dio de baja del empeño (incluso naíf) de inventar un mundo mejor con el arte como piedra clave, como alimento. Maiakovski, del que se cumplen 120 años de su nacimiento el próximo mes de julio, encierra una épica de vida que remata directamente en la candidez. "Había en él algo de adolescente, una condición que estaba llena por igual de encanto y de peligro. Como todo lo adolescente, cuando se desplaza al mundo maduro, está lleno de posibles barbaridades", sostiene Bonilla .
Entre esas atrocidades está la de prestar servicio en una checa, redactar informes contra artistas convenciéndose a sí mismo de que eso era un acto poético más. Y en este sentido, Maiakovski es la encarnación de un fracaso, el de la revolución bolchevique: "Pero hay que definir primero qué entendemos por revolución. La rusa no es un punto de partida que acaba en Gorbachov, sino que fue un cambio de paradigma con los días contados. Es un cambio de paradigma donde la misma estructura de poder exige a quien manda que copie la estructura del régimen anterior: en vez de un zar, Lenin. En vez de los aristócratas, los nuevos burócratas... Maiakovski está en medio de todo eso como una bisagra y fue directamente utilizado", sostiene Bonilla.
Y en paralelo, los amoríos descompensados de Maiakovski, la relación triangular que vivió junto a Lily y su marido, el crítico Ósip Brik. "El trío o el adulterio es una actitud rusa más aceptada que en otros países europeos. Pero en este caso hay varios componentes lacerantes", apunta Bonilla. "Maiakovski no deja de sufrir a pesar de que considera que su forma de amar es un desacato a las convenciones burguesas... En verdad no lo supo llevar". Con las mujeres todo fue siempre torcido, aunque Lily le empujó a escribir algunos intensos poemas de amor.
"La esencia de lo poético para él era la incertidumbre, el inventarse la vida permanentemente", termina Bonilla.

El editor en el trapecio

By : Unknown

Hijo del pintor Vincent Korda y sobrino de dos grandes de Hollywood, Zoltan y Alexander Korda, se ha dedicado en cuerpo y alma al mundo editorial. Amigo de Graham Greene o Tennessee Williams, confiesa sus secretos como editor: dar cariño a los escritores y bailar en la cuerda floja por ellos.

 

Cuando cuenta cómo le hablaba al teléfono Tennessee Williams pone el acento sureño, y delicado, del autor de La gata sobre el tejado de zinc, de quien fue su editor; Michael Korda, inglés de origen, norteamericano desde muy joven, arruga los ojos, se pone la mano como si hiciera un auricular, y luego emite: "Hey baby, I am Tennessee", pronunciado Tennesííí, y lo hace con una mezcla tan conmovedora de candor, e incluso de lástima, que parece que está hablando de un pariente muy cercano que fuera encantador, pero que no tuvo suerte en la vida. Es uno de sus centenares de autores, y es acaso el hombre más roto del que habla Korda, director literario de Simon and Schuster, una de las grandes empresas editoriales de Estados Unidos, en su libro de memorias Editar la vida, que apareció en inglés hace cinco años y que publicó recientemente Debate en España. Lateralmente, en ese libro aparece también otro de los grandes hombres destrozados de la América de posguerra, Truman Capote, a quien Korda nunca editó. Pero en aquellos años de los que habla en su libro, Capote era una figura que estaba en todas partes, y también con Korda, en almuerzos, en parties y también en el teléfono. Muchos de sus autores le despertaron numerosas veces, entre ellos Jacqueline Susann, Joan Crawford, las hermanas Collins o Harold Robbins. Fue también el editor de Richard Nixon y de Ronald Reagan, y habla de ellos con la misma familiaridad comprensiva con la que él dice que hay que tratar a quien lleva su manuscrito a una editorial… ¿Y por qué le despertaba a usted Capote? "Truman había escrito mi nombre y mi número en una pequeña libreta de notas, junto al nombre de su propio editor, y cuando estaba más desesperado, en torno a las tres de la madrugada, se confundía y marcaba mi número. 'Truman, que yo no soy tu editor', le decía… La verdad es que jamás le vi sobrio".

Descendiente de una familia extraordinaria, los Korda (Alexander, su tío, y Vincent, su padre), proviene de Hungría, y vivió la infancia y la adolescencia rodeado de grandes del cine, del teatro y de la literatura. Él es el que cuenta cómo trabajaba Graham Greene, gran amigo de sus padres: el escritor inglés se despertaba muy temprano, en un yate, en un hotel, en una casa; iba directamente a una mesa, y allí escribía -"como si estuviera haciendo el padrenuestro"- 500 palabras, y no 501 o 499; luego se desperezaba y exclamaba: "¡Es todo por hoy! Ahora vayamos a desayunar". Llegó a ser editor de Greene, que fue para él como un segundo padre, porque los anteriores editores del autor de El tercer hombre (que su padre produjo en cine) quisieron cambiarle el título de Viajes con mi tía. Graham Greene les envió un telegrama: "Es más fácil cambiar de editor que cambiar de título". Y se puso en manos de quien fue su amigo cuando aún era un adolescente.
Fue editor desde muy joven, porque amaba leer y además le pagaban por ello, y llegó a ser uno de los editores de más éxito de su país, y lo sigue siendo; en su despacho nos mostró la lista de los libros más vendidos de The New York Times, y tenía subrayados en amarillo dos obras que él llevó a Simon and Schuster. Su libro es una aventura que adentra al lector en el mundo empresarial, en la cultura americana de la posguerra, hasta mediados de los noventa, cuando parece que hombres como él tendrían que ir haciendo sitio, en el universo que ha ocupado, a un modo distinto de concebir el negocio de tratar con los libros y con sus autores, y cuando las empresas editoriales empezaron a formar parte de grandes conglomerados que no sólo se dedicaban a hacer libros. Sigue teniendo proyectos, sigue publicando, y él mismo continúa escribiendo sus libros, que en algunos casos llegaron a ser también números uno en las listas de los más vendidos. Cree que va a retirarse en dos años, a los 74, y cuando nos recibe -enjuto, simpático, dicharachero y ocurrente- corrige aún su próxima obra, Arriba, magiares, sobre una revolución en la que él participó, la revolución húngara de 1956, que se publicará el año próximo. Su despacho está lleno de recuerdos, entre los cuales sobresalen los planos y las fotografías de una casa que ama, la que tiene en Santa Fe (Nuevo México), y un retrato de Tennesííí. Le da vergüenza no hablar español, pero se justifica diciendo que sabe también alemán, húngaro, francés, italiano, ruso… Su modo de contar la relación con autores se parece mucho al candor comprensivo con que nos relató en su despacho las llamadas de Tennesííí, y cuando va avanzada la conversación y la confianza, y llega la cena -que transcurre en un hotel donde le agasajan como lo que es también, un autor-, ya está claro por qué sus autores quisieron, y quieren, tanto a Korda: porque es un hombre de un sentido del humor capaz de transformar los dramas que surgen en las madrugadas y en las pesadillas de los escritores en pequeños asuntos a los que él les va a quitar toda importancia. Está algo sordo, y él se excusa, pero ésa la es más venial de sus enfermedades: tuvo un paro cardiaco y cáncer de próstata. A juzgar por su buen humor, este hombre tan cálido como veloz (Peter Mayer, su colega, dice que "es el editor más rápido que he conocido") es capaz de superar otra guerra mundial, o la mayor pesadilla.
Ha escrito usted un libro muy divertido.
Quise hacerlo así. Pero se me olvidó contar una anécdota que acaso le explique a usted cómo es de verdad el mundo editorial. Se cuenta en el cruce de cartas de dos grandes editores de Random House, Bennett Surf y Donald Clamford. Era la guerra mundial, y Donald la hacía en Inglaterra, con el servicio de inteligencia de Estados Unidos. Acababa de recibir, de Bennett, la noticia de que un libro de su editorial había sido seleccionado por el Club del Libro del Mes, una lista decisiva para el éxito de un libro en Estados Unidos. Y Donald fue a ayudar a sacar a los heridos que venían de un avión machacado en combate. Cuando Donald vio salir al piloto, que también trabajaba en Random House, fue corriendo a abrazarle: "¡Bob! ¡Bob! ¡Uno de nuestros libros ha sido seleccionado para el Libro del Mes!". La verdad es que publicar libros es divertido. Para mí hubiera sido muy difícil escribir sobre el mundo editorial sin sentido del humor. Por ejemplo, si no tienes sentido del humor, nunca podrías tratar con los autores. Sería demasiado difícil, horrendo y aburrido. Y además tienes que ser comprensivo. Hay gente que dedica su vida a escribir libros, en la mayor soledad, y luego vienen a ti con sus manuscritos. Los autores me despiertan ternura.
¿Siempre ha sido así?
Siempre. Cada libro, cada manuscrito que entra por esa puerta es lo más importante en la vida de su autor. Hay excepciones entre los libros que se escriben y que se publican, pues hay libros para perder peso, diccionarios, libros para hacer mejor el amor; pero los que me llegan a mí representan sin excepciones lo más importante en la vida de sus autores. El hecho de que sus libros sean triviales, insulsos, fusilados de otros libros o francamente malos no les afecta en absoluto, ésa no es su opinión; ¡sus libros son lo más importante en sus vidas!, y tú tienes que tratarles teniendo en cuenta eso.
Habrá recibido de todo.
Hace 45 años, cuando yo era un joven editor en esta casa, llegaban cajas y cajas de manuscritos. Uno de ellos resultó ser una copia de la Biblia, pero con otra puntuación. El autor tenía una compleja teoría sobre cómo la puntuación lo era todo en la Biblia. Hace años yo le publicaba sus libros a Susan Howard, que era una autora de éxito y ahora sigue escribiendo novelas religiosas para Knopf. Recuerdo que Susan tenía un bebé, un matrimonio complicado; era secretaria y vivía en una casa muy pequeña de Nueva Jersey. Cuando la conocí me dijo que había escrito su libro en la mesa de la cocina después de preparar la cena a su marido y a su bebé. Se publican 60.000 libros anualmente en Estados Unidos, y en este mismo momento unas 200.000 personas, de las que quizá sólo llegue a publicar un 10%, están escribiendo uno, y todas ellas creen que con su libro van a cambiar el mundo o a lograr un éxito que va a compensar toda su vida.
Una avalancha insuperable de autores…
A no ser que tengas sentido del humor, sería imposible estar en este mundo. El 99% de las veces tienes que rechazar los libros. Y el 1% de las veces tienes que lidiar con aquellos a los que has dicho que sí. ¡Pero el 99% de las veces le estás diciendo no a personas que se han pasado la vida escribiendo su gran obra! Es muy triste estar en medio de los sueños y de las aspiraciones de la gente, y ser tú quien las tiene que hacer cumplir y que te lo impida tu obligación profesional.
En su oficio es importantísimo aprender a decir no tanto como aprender a decir sí…
Digo no mil veces antes de decir sí. Cuando digo sí estoy asumiendo muchas responsabilidades con respecto a la persona con la que me comprometo. Es complicado, porque en este país, particularmente, el editor es el vínculo entre la editorial y el escritor, así que he sido más de mil veces el responsable de un libro de una forma directa. Puedes intentar adivinar si un libro va a ser un éxito de ventas o un fracaso, pero no siempre aciertas. Hubo un periodo de mi vida, entre los 30 y los 50 años, en el que acertaba más de lo que me equivocaba. Pero ahora ya no es así. Si aciertas un 51% del tiempo eres un genio. Un cierto grado de fracaso es parte de todo negocio, y existe en todas las partes.
Pero usted dice que sin el entusiasmo no existiría el editor.
Es que éste es un oficio de entusiastas. Es casi imposible ganar el dinero suficiente como para compensar el entusiasmo que se pone en este negocio. Fíjese que hace 30 o 40 años lo único que tenían que hacer las editoriales era mantenerse a flote. Pero en el mundo que vivimos, aquellas editoriales que se mantenían a flote fueron absorbidas en muchos casos por gigantes; Bertelsmann, por ejemplo, compró editoriales en todo el mundo, y esos gigantes se han sentado a esperar a que el dinero llegara a la caja. Lo que pasa es que eso no funciona exactamente así. Y no siempre son los grandes grupos los que colocan sus libros en los números uno; de vez en cuando hay alguien muy humilde que publica un libro que nadie conoce y que consigue ponerse a la cabeza de los best sellers. Hay misterios así. Cada libro que publicas es un experimento.
Esa concentración de la que usted habla tiene su reino en Estados Unidos; su propia compañía, Viacom [que se dedica a editoriales y a medios de comunicación], concentra varias empresas.
Ahora mismo, en Estados Unidos sólo hay dos o tres editoriales independientes. Si tomamos a Bertelsmann, por ejemplo, integra a Random House, Knopf, Bantam, Banthan, etcétera. Algunos de esos sellos, como Knopf, tienen su propia personalidad, de modo que pueden tener vida propia aunque pertenezcan a un grupo. Otras, como Banthan, van a peor por falta de personalidad; ya no sé ni quiénes son, ni qué hacen. Antes, las editoriales tenían más personalidad; el editor tenía una cara, un teléfono, un contacto. Y los escritores mismos eran celebridades. Recuerdo que la sede de Random House estaba en la Quinta Avenida y compartía edificio con la diócesis de Nueva York…; cuando John O'Hara, un célebre autor de aquellos tiempos, tenía un Rolls-Royce, y uno de sus caprichos era que las puertas se abrieran y que hubiera varias plazas libres en el patio para aparcar su espléndido automóvil. Hoy día, eso no ocurre. Los escritores ya no tienen ese ego ni expresan tales excentricidades. Y los editores son ahora más discretos. Pero antes, los editores disponían de comedores privados, tenían sus chefs particulares, daban banquetes y competían también sobre la calidad de sus comidas. Random House tenía un chef mejor que el de Simon and Schuster, hasta que esta compañía decidió estar por encima. E invitaban a los escritores como un modo de hacerlos más importantes. Ahora, ya nadie hace eso.
Michael Korda es hijo de Vincent Korda y de su primer matrimonio con la actriz Gertrude Musgrove, que a los 94 años aún vive en Palm Beach (Estados Unidos). Cuando le preguntamos por su madre, Korda apuntó en su libretita que debía llamarla esa noche. La primera vez que los padres discutieron en serio fue en el hotel Ritz de Madrid, en 1936, cuando empezaba la Guerra Civil española; él tenía tres años, y su padre había venido a colaborar con el fotógrafo Robert Capa. Vincent Korda es el responsable artístico y de producción de filmes como El Rolls-Royce amarillo, El día más largo, El ladrón de Bagdad, La vida privada de Enrique VIII, To be or not to be, El tercer hombre… Michael asistió a algunos de esos rodajes, y guarda un recuerdo especial de El tercer hombre (Carol Reed, 1949, rodada en Viena), en el que coincidió con uno de los grandes de su vida, Graham Greene, a quien se debió la idea literaria del filme. En Editar la vida cuenta Korda cómo lo concibió: tenía una idea, la escribió en un papel, se la dio a Vincent Korda y éste le convenció para que siguiera escribiendo regalándole un castillo en el sur de Francia.
El tío de Korda, Alexander, inseparable de su padre, fue también director y productor de cine, y esposo de la actriz Merle Oberon. Y aún hay otro tío, Zoltan Korda, uno de los grandes directores del cine británico de los años treinta. En 1979, Michael Korda describió ese glamouroso mundo familiar en su libro Charmed lives, traducido aquí como Una vida encantada. "El título es irónico: una vida encantada; daba la impresión de que lo era, pero en muchos casos era una vida de infierno".
Usted estaba condenado a vivir entre celebridades.
Sí, me crié en una familia de cineastas, escritores y artistas. Estaba rodeado de gente con egos enormes. Los amigos de mi padre eran Andre Derain, Picasso, Brassai, Capa… Mi tío Alex era amigo de gente como Winston Churchill. Hay excepciones, pero generalmente los escritores no tienen la publicidad que alcanzan las estrellas del rock o del cine de Hollywood, o Donald Trump. El escritor en este país está muy por debajo de la media de las celebridades; por tanto, desarrolla un ego más grande, forjado por la necesidad de ser importante y respetado. Yo fui editor de George Harrison y de John Lennon. A su lado te dabas cuenta de la fama que les rodeaba, algo que jamás dará escribir y publicar libros. A veces se juntaban los libros con la fama propiamente dicha, y entonces era el caos del glamour. Recuerdo ir a una fiesta en Beverly Hills con Irving Lazar [agente de celebridades de la literatura y el cine] y [la actriz] Joan Collins. Publiqué dos o tres libros de Joan y algunos de su hermana la escritora Jackie Collins. En ese momento, en aquella fiesta en Beverly Hills, ella estaba en la cúspide de su fama, como protagonista de aquella serie de televisión, Dinastía. Cuando llegamos a la fiesta se abrió la puerta de la limusina; alguien dijo: "¡Joan Collins!", y ella se bajó ante una llamarada de luces y una docena de reporteros. Pero éste no es el mundo que les espera a los escritores. Por ejemplo, Salman Rushdie debe su fama, aparte de que sea un buen escritor, a que fue condenado a muerte. Siempre habrá un murmullo especial cuando alguien como él entra en una fiesta. Pero nunca tendrá la misma repercusión que si entraran Paris Hilton o Nicole Kidman.
Usted cuenta relaciones muy divertidas con famosos. No se creía que Joan Crawford escribiera de verdad sus libros, con aquellas uñas no se podía teclear. Ella le enseñó su guardarropa, donde todos sus trajes tenían escrita la historia que ella les atribuía.
Cuando trabajas con gente famosa acabas acostumbrándote. Son como monstruos sagrados. Ya no quedan tantos. Mire la lista de éxitos. Ya no hay un Norman Mailer, o un Capote. ¿A quién de los que aparecen hoy reconocería por la calle? El escritor como estrella fue algo de los años sesenta, y la última que representó esa personalidad fue Jacqueline Susann.
Usted le arregló libros a Jacqueline Susann. ¿Qué cara se le pone al autor?
Europa y Estados Unidos son distintos en ese plano. Claro que hay escritores con los que eso no se puede hacer, primero porque no lo necesitan y segundo porque no te dejan. Pero, en esencia, muchas novelas comerciales están escritas por gente que no tiene la habilidad de escribirlas. Todo se puede arreglar. Y eso es lo que hacen los editores, yo lo he hecho. En este país, el editor es el chef que reúne los ingredientes para hacer una tarta. Es curioso, en Inglaterra no existe este perfil. Y muchos de los libros que vienen de allí nos parecen mal editados. Tampoco existen editores así en Francia. Y seguro que tampoco los hay en Alemania o en España. En Italia sí ocurría cuando Mondadori era una editorial fuerte. Creo que éste es un fenómeno americano.
¿Lo sigue haciendo?
Ya no lo suelo hacer. De joven no me importaba dedicar 18 horas al día a reescribir un libro. Ahora prefiero que los escritores sepan escribir. En el caso de Jackie Susann, a ella le hubiera molestado que no le hubiéramos prestado la atención que tuvo. Si yo le hubiese dicho: "Genial, Jackie, el libro está perfecto, vamos a publicarlo", ella se hubiera molestado. Además, Jackie era una persona muy realista. Quería y esperaba que un equipo le ayudara a contar su historia. Ella sabía qué quería contar, conocía qué pensaban sus personajes, pero no podía escribir. Lo que ocurría con ella era como lo que pasa con los actores: aceptan ser dirigidos, y lo que importa es el producto final.
A Joan Collins también le escribían.
Tenía su equipo, pero eran sus historias. Ella se sentía igual de orgullosa de su libro que Marcel Proust de los suyos. Joan Crawford tenía sus escritores, pero hablaba de sus palabras como si ella las hubiera ensamblado personalmente.
Los presidentes tampoco escriben…
Cuando recibí el manuscrito de las memorias de Reagan, lo primero que pensé es que él no había escrito una sola palabra, y que además no tenía el menor interés por haberlo hecho. Y era una lástima, porque luego leí sus intervenciones en la radio, que sí escribió él, y pensé que se expresaba con mucha soltura. Pero lo de escribir libros le daba igual.
Cuenta usted cómo fabricó Ronald Reagan su encuentro privado con Gorbachov, como si los dos hubieran estado realmente solos.
Hay que tener en cuenta que Reagan era un actor. Y pintó esa escena como a él le hubiera gustado que ocurriese. Fíjese que Reagan pronunció una vez un discurso para rendir homenaje a unos hombres que habían ganado medallas por su heroicidad. Cuando se dirigió al público contó la historia de un joven soldado que se quedó atrapado en un avión en llamas. El piloto pudo agarrar de la mano al joven y le dijo: "No te preocupes, muchacho, estamos juntos". Y le dieron la medalla de honor. Mientras lo contaba se le saltaban las lágrimas. ¡Y esa historia no sucedió, la tomó Reagan de una película de la Warner Bros., de 1943!
Usted narra un momento muy intenso de las negociaciones para sacar el libro: cuando Reagan duda si comerse o no la última galleta que queda en un plato.
No creo que eso refleje la simplicidad de Ronald Reagan. Él quería esa última galleta, pero había sido educado en una familia muy estricta, que le había enseñado que era de mal gusto comerse la última galleta. Como presidente podía cogerla, pero como Ronald Reagan tenía que reprimirse.
Nixon…
Me lo presentó su hija. Si se lee como lo describo en mi libro, se advierte muy bien que mi intención no es juzgar a las personas, sino contar cómo son, o cómo eran. Como regla general, sólo escribo lo que recuerdo, y tengo muy buena memoria. Pero jamás me burlo, jamás critico; cuando escribo no ficción intento ser una cámara.
¿Y qué foto tiene de Nixon?
Era un hombre muy inteligente. Probablemente el presidente más inteligente después de George Washington y de Abraham Lincoln. Pero con un mal juicio moral y político, y con defectos de carácter que le hubiesen supuesto grandes problemas en cualquier profesión que hubiese escogido. Pero era inteligente. Creo que la combinación de agresividad y sospecha intensa que tenía Nixon queda clara en el libro. Pero no le juzgo. Kissinger, para quien también trabajé como editor, siempre me decía que mi retrato de Nixon era sesgado. Y le entiendo, porque ese retrato no era el del Nixon que él conoció.
El editor ve un personaje que los otros desconocen…
Y todos los personajes deben interesarle. Publiqué las memorias de Breznev; sabía ruso, y creí que era el editor adecuado para publicarlo. Publiqué a Sharon, me cae bien, y con él no estoy de acuerdo. Pero los editores y los periodistas son iguales en esto: no deben juzgar a la gente que están entrevistando, o publicando. Quise publicar las memorias de Albert Speer [colaborador de Hitler]. Cuando le llevé el libro a Max Schuster [de Simon and Schuster] me dijo que no podía publicarlo: no quería que su nombre se asociara al de un dirigente nazi. En general, no creo que deba ser el editor quien juzgue moralmente al escritor. Si la historia es buena, si crees que va a vender, deja que se cuente. Y si publicas a Hillary Clinton, debes estar dispuesto a publicar a Laura Bush. Y si los autores se sienten incómodos, pues que les den.
Es usted muy tierno con Tennessee Williams.
Yo era amigo de Tennessee. Yo le quería mucho. También quise mucho a Graham Greene. Fue un segundo padre. Creo que tienes que ser muy cauteloso en este mundo y no hacerte muy amigo de los autores a los que publicas. Es un mundo muy cruel, y las relaciones que se crean dentro de las editoriales no son eternas. Si todos tus amigos son escritores, tarde o temprano vas a perder amigos, bien porque se marchan a otra editorial o bien porque sus libros fracasan.
Su primer amigo escritor fue Graham Greene.
Graham hubiera encandilado a cualquiera que, como yo, tuviera 15 o 16 años. Era extraordinario. Y un escritor maravilloso. Fue un hombre maravilloso y le echo mucho de menos. También echo mucho de menos a Carlos Castaneda [cuyo primer libro fue una tesis doctoral por la que Korda apostó para convertir al famoso chamán en uno de los personajes más influyentes de los años sesenta y setenta en el mundo].
Pero la gran influencia de su vida fue su familia…
De mi familia recibí un gran regalo genético. De mi padre heredé su capacidad artística. De mi tío Alex, la habilidad de tratar con gente. Pero es difícil ser objetivo con mi familia. Creo que lo dejé claro en mi libro, Charmed lives: no eran personas felices. Para mi tío Alex, por ejemplo, la felicidad no era su objetivo. A él le interesaba el dinero, la fama, vivir muy bien, y el amor de mujeres guapísimas. Y lo consiguió. Pero no era feliz. Tampoco creo que él esperara ser feliz. Ésa es una esperanza muy americana. Nosotros los europeos pensamos que la felicidad no tiene que ver con conseguir cosas. En EE UU existe la convicción de que la felicidad se puede fabricar. El 90% de los libros que se publican aquí tratan de eso.
¿Qué es para usted el mundo editorial en el que ha vivido?
Un circo. Y para sobrevivir en él tienes que haber nacido en él. El circo expulsa a aquellos que vienen de fuera; eso es lo que le pasó a Harold Evans [un gran periodista que dirigió en el Reino Unido The Times y The Sunday Times, y luego fue directivo de Random House en Estados Unidos], un hombre con tantos talentos; pero las lealtades de este mundo son con aquellos que se han hecho en él. El peor error que puedes cometer si entras en el mundo editorial es querer transformarlo como si fuera el mundo del cine o de la televisión. Se trata de vender libros, es otra cosa. En este trabajo tienes que ser siempre un poco cínico; en este sentido, se parece a la televisión: los desastres generan ventas. Para nosotros no existe una mala noticia. En términos de venta, las malas noticias son buenas para nosotros.
¿Ya no le llaman a las tres de la madrugada, como Capote?
Pobre Capote. Es muy difícil describir a Truman porque siempre le vi borracho. Muy interesante, pero muy raro. No, ya no me llaman tanto, ya no soy tan popular. En este país, escribir, y editar, es como andar sobre la cuerda floja a 150 metros de altura. Como en el circo.
¿Y quién es usted en ese circo?
Yo en ese circo soy el que está en la cuerda floja.

 

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