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- Leopoldo Marechal: Los puntos fundamentales de mi vida
Posted by : Unknown
lunes, 18 de marzo de 2013
1. Nací en la Capital Federal y en su barrio de Almagro, el 11 de junio de 1900. El hecho de que algunos me crean natural de la provincia de Buenos Aires responde a la circunstancia de que, durante mi niñez y mi adolescencia, pasé largas temporadas en la llanura de Maipú, con parientes ganaderos. Allí me inicié en el conocimiento de las ontologías del sur (hombres y cosas) que con tanta frecuencia aparecen en mi obra literaria.
2.
Aprendí
a leer y a escribir en un colegio francés particular. Todos
mis estudios regulares los hice luego en la Escuela Normal
de Profesores de la Capital, donde obtuve los títulos que
me habilitaron para la docencia.
3. Mi personalidad intelectual, alentada por una vocación muy temprana, se formó en la lectura y en los ejercicios de taller literario. En tal sentido, me considero un "autodidacto", vale decir, un hombre que busca en los libros, en las cosas y en la meditación una respuesta vital a sus problemas interiores, y que además busca y perfecciona los "medios expresivos" que han de servirle para traducir "ad extra" ese trabajo interior.
4. En realidad, fui un francotirador literario de Villa Crespo, hasta que me llamaron a colaborar en la revista Proa, dirigida por Güiraldes, Borges y creo que Rojas Paz. Casi enseguida me enrolé en el grupo que decidió imprimir a la revista Martín Fierro un ritmo verdaderamente revolucionario, que no tuvo en su primera época. Cierta noche, y como por arte de magia, nos reunimos con tal objeto, en la casa de Evar Méndez, Güiraldes, Macedonio Fernández, el pintor uruguayo Pedro Figari, Girondo, Bernárdez, Borges, Xul Solar, entre muchos otros que no recuerdo ahora. De aquella velada nació Martín Fierro propiamente revolucionario, que se proponía, en general, "entrar por la ventana", en una literatura que nos cerraba la puerta, en particular, defender a Pettoruti y a Xul, que acababan de exponer sus cuadros ante la rechifla del pasatismo local.
5. Creo que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la "voz de su pueblo", es decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no saben decir y canta por los que no saben cantar. Todo ello lo hace el poeta en una función "unitiva" que yo concreté así en mi "Arte Poética": "El Poeta, el Oyente y la Canción forman una unidad por el sonido".
6. Al escribir mi Adán Buenosayres no entendí salirme de la poesía. Desde muy temprano, y basándome en la Poética de Aristóteles, me pareció que todos los géneros literarios eran y deben ser géneros de la poesía, tanto en lo épico, lo dramático y lo lírico. Para mí, la clasificación aristotélica seguía vigente, y si el curso de los siglos había dado fin a ciertas especies literarias, no lo había hecho sin crear 'sucedáneos' de las mismas. Entonces fue cuando me pareció que la novela, género relativamente moderno, no podía ser otra cosa que el 'sucedáneo legítimo' de la antigua epopeya. Con tal intención escribí Adán Buenosayres y lo ajusté a las normas que Aristóteles ha dado al género épico.
7. Adán Buenosayres quiere ser una epopeya de la vida contemporánea, que ya no se puede escribir en hexámetros griegos.
8. Suele llamarse "novela clave" a la que pinta en sus héroes a ciertos personajes de la vida real cuya identificación sería la clave buscada. Me parece un concepto pueril. Las verdaderas claves de una obra son las que arrojan luz sobre su estructura física y metafísica. En tal sentido, y siempre fiel a la epopeya clásica, mi novela es la expresión figurada o simbólica de una "realización espiritual", efectuada por su protagonista según el "simbolismo del viaje" como sucede en la Odisea y en la Eneida. Lo que Adán Buenosayres efectúa es una "realización crística" en dos movimientos: uno de expansión o centrífugo, y otro de concentración o centrípeto. La Itaca material del Héroe no es otra que su cuarto de la calle Monte Egmont; su Itaca espiritual es el Cristo de la Mano Rota que lo pescó y lo retiene desde el pórtico de San Bernardo, en Villa Crespo. Además, la novela desarrolla un Arte Poética (en el banquete de la glorieta Ciro), una Filosofía de Amor (en el Cuaderno de Tapas Azules) y una Política (en la subversión en cadena de las cuatro clases sociales que describo al finalizar el Infierno de la Violencia). Todo esto es más importante que decir si tal personajes es Fulano y tal otro Mengano.
9. Desde hace años, me dedico, más que a leer, a releer, sobre todo las Sagradas Escrituras y los clásicos. Por eso, mi información acerca de la literatura europea "se plantó" en los existencialistas franceses e italianos. Lo mismo digo en lo que atañe a la literatura nacional.
10. El hombre de letras es un manifestador de su pueblo y de las virtualidades de su raza.
11. Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones.
12. Desde hace algunos años oigo hablar de los escritores "comprometidos" y "no comprometidos". A mi entender, es una clasificación falsa. Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: o comprometido en una religión, o comprometido en una ideología político-social, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable. Yo confieso que sólo estoy comprometido en el Evangelio de Jesucristo, cuya aplicación resolvería por otra parte, todos los problemas económicos y sociales, físicos y metafísicos que hoy padecen los hombres.
3. Mi personalidad intelectual, alentada por una vocación muy temprana, se formó en la lectura y en los ejercicios de taller literario. En tal sentido, me considero un "autodidacto", vale decir, un hombre que busca en los libros, en las cosas y en la meditación una respuesta vital a sus problemas interiores, y que además busca y perfecciona los "medios expresivos" que han de servirle para traducir "ad extra" ese trabajo interior.
4. En realidad, fui un francotirador literario de Villa Crespo, hasta que me llamaron a colaborar en la revista Proa, dirigida por Güiraldes, Borges y creo que Rojas Paz. Casi enseguida me enrolé en el grupo que decidió imprimir a la revista Martín Fierro un ritmo verdaderamente revolucionario, que no tuvo en su primera época. Cierta noche, y como por arte de magia, nos reunimos con tal objeto, en la casa de Evar Méndez, Güiraldes, Macedonio Fernández, el pintor uruguayo Pedro Figari, Girondo, Bernárdez, Borges, Xul Solar, entre muchos otros que no recuerdo ahora. De aquella velada nació Martín Fierro propiamente revolucionario, que se proponía, en general, "entrar por la ventana", en una literatura que nos cerraba la puerta, en particular, defender a Pettoruti y a Xul, que acababan de exponer sus cuadros ante la rechifla del pasatismo local.
5. Creo que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la "voz de su pueblo", es decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no saben decir y canta por los que no saben cantar. Todo ello lo hace el poeta en una función "unitiva" que yo concreté así en mi "Arte Poética": "El Poeta, el Oyente y la Canción forman una unidad por el sonido".
6. Al escribir mi Adán Buenosayres no entendí salirme de la poesía. Desde muy temprano, y basándome en la Poética de Aristóteles, me pareció que todos los géneros literarios eran y deben ser géneros de la poesía, tanto en lo épico, lo dramático y lo lírico. Para mí, la clasificación aristotélica seguía vigente, y si el curso de los siglos había dado fin a ciertas especies literarias, no lo había hecho sin crear 'sucedáneos' de las mismas. Entonces fue cuando me pareció que la novela, género relativamente moderno, no podía ser otra cosa que el 'sucedáneo legítimo' de la antigua epopeya. Con tal intención escribí Adán Buenosayres y lo ajusté a las normas que Aristóteles ha dado al género épico.
7. Adán Buenosayres quiere ser una epopeya de la vida contemporánea, que ya no se puede escribir en hexámetros griegos.
8. Suele llamarse "novela clave" a la que pinta en sus héroes a ciertos personajes de la vida real cuya identificación sería la clave buscada. Me parece un concepto pueril. Las verdaderas claves de una obra son las que arrojan luz sobre su estructura física y metafísica. En tal sentido, y siempre fiel a la epopeya clásica, mi novela es la expresión figurada o simbólica de una "realización espiritual", efectuada por su protagonista según el "simbolismo del viaje" como sucede en la Odisea y en la Eneida. Lo que Adán Buenosayres efectúa es una "realización crística" en dos movimientos: uno de expansión o centrífugo, y otro de concentración o centrípeto. La Itaca material del Héroe no es otra que su cuarto de la calle Monte Egmont; su Itaca espiritual es el Cristo de la Mano Rota que lo pescó y lo retiene desde el pórtico de San Bernardo, en Villa Crespo. Además, la novela desarrolla un Arte Poética (en el banquete de la glorieta Ciro), una Filosofía de Amor (en el Cuaderno de Tapas Azules) y una Política (en la subversión en cadena de las cuatro clases sociales que describo al finalizar el Infierno de la Violencia). Todo esto es más importante que decir si tal personajes es Fulano y tal otro Mengano.
9. Desde hace años, me dedico, más que a leer, a releer, sobre todo las Sagradas Escrituras y los clásicos. Por eso, mi información acerca de la literatura europea "se plantó" en los existencialistas franceses e italianos. Lo mismo digo en lo que atañe a la literatura nacional.
10. El hombre de letras es un manifestador de su pueblo y de las virtualidades de su raza.
11. Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones.
12. Desde hace algunos años oigo hablar de los escritores "comprometidos" y "no comprometidos". A mi entender, es una clasificación falsa. Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: o comprometido en una religión, o comprometido en una ideología político-social, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable. Yo confieso que sólo estoy comprometido en el Evangelio de Jesucristo, cuya aplicación resolvería por otra parte, todos los problemas económicos y sociales, físicos y metafísicos que hoy padecen los hombres.
Leopoldo Marechal
Gentileza de la Fundación Leopoldo Marechal
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