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- Sugerencias Jus: Modales de mi piel. Javier Munguía
Posted by : Unknown
viernes, 22 de marzo de 2013
Los cuentos de Modales de mi piel semejan mucho a esos impulsos indomables,
difíciles de controlar, que apelan a nuestros instintos, a nuestros deseos más básicos.
En estas historias se debate la creencia de que somos la piel que nos envuelve; o de
que vivimos en realidad en otra piel, como el protagonista del cuento que da título
al libro. Una anciana que relata un viejo encuentro con final inesperado, un joven que
espera la llamada de una niña, un personaje que al cambiar de sexo encuentra quién
es en realidad, son algunas de las formas con las que Javier Munguía nos invita a desnudarnos. Somos, pues, la piel que portamos y no una presunta alma ajena del todo
al mundo sensible.
Javier Munguía, Sonora, 1983. Licenciado en Literaturas Hispánicas por la UAS. Fue
becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora. Tiene estudios de
maestría en la misma universidad. En 2006 fue obtuvo el Premio del Concurso de
Libro Sonorense. Cuentos suyos han sido publicados en antologías y en la web.
Mantiene el blog: www.javiermunguia.blogspot.com
México DF.- En entrevista con Clarín.cl Javier Munguía (1983), habla del libro Modales de mi piel: “El
título alude a esos impulsos gobernados no por la razón, sino por el
instinto, que en ocasiones parecen no atender a nuestra propia voluntad.
No es que esos impulsos nos traicionen; es que reflejan nuestros deseos
más recónditos en toda su complejidad. Pese
a la necesaria contención, nos queda el recurso de la imaginación para
darle consistencia a nuestras fantasías más salvajes: en ese territorio
libre nadie nos pide cuentas”
Autor de las antologías: Gentario (2006), Mascarada (2007) y Modales de mi piel (Editorial Jus,
2011), Javier Munguía estudió Literaturas Hispánicas en la Universidad
de Sonora y cursó un magíster en Literatura Hispanoamericana; en la
actualidad publica sus reseñas y críticas en el blog Libroadicto: “Mis
lecturas me definen no sólo como aspirante a escritor, sino como ser
humano. Estoy convencido de que mi biblioteca representa de modo tan
fiel mi biografía como las cosas que he hecho y dejado de hacer. En Modales de mi piel
creo percibir deudas contraídas con autores como Cervantes, Cortázar,
Marsé y Vargas Llosa. Leyendo a estos autores me resultó más evidente el
poder de la ficción, de la imaginación, para defendernos contra las
ofensas o precariedades de la realidad”
MC.- ¿Los modales de la piel suelen ser maleducados?, ¿al erotismo y al amor poco le interesan los protocolos y prejuicios?
JM.-
Hay modales bien educados, mientras que otros son resueltamente
maleducados. Supongo que estos últimos son los más interesantes, pues
por lo general nos exigen ocultarlos lo mejor posible para no quedar tan
expuestos, para no ser tan vulnerables, para evitar el miedo a ser
censurados, descalificados o ridiculizados. Desde mi primer libro, uno
de mis intereses centrales ha sido -no sé si lo logro- tratar de narrar
lo inconfesable, aquello que sentimos o pensamos con meridiana claridad,
pero que difícilmente compartiríamos para evitar el escándalo de
quienes rodean. Me interesa mucho el proceso mediante el cual nos
ocultamos a través de máscaras que, en ocasiones, se vuelven nuestro
propio rostro deformado. Por eso en la portada de mi primer libro
aparecen seres enmascarados; por eso mi segundo libro se llama Mascarada.
Modales de mi piel
encaja también en ese designio. El título alude a esos impulsos
gobernados no por la razón, sino por el instinto, que en ocasiones
parecen no atender a nuestra propia voluntad. No es que esos impulsos
nos traicionen; es que reflejan nuestros deseos más recónditos en toda
su complejidad. Claro que, para vivir en comunidad, es necesario poner
freno a esas tentaciones; si no, todo sería el caos y la anarquía, como
en ese mundo imposible y tentador propuesto por Sade en Filosofía en el tocador.
Pese a esa necesaria contención, nos queda el recurso de la imaginación
para darle consistencia a nuestras fantasías más salvajes: en ese
territorio libre nadie nos pide cuentas.
MC.- La tendencia de la narrativa mexicana es incluir como personajes a escritores consagrados o heterónimos sofisticados; sin embargo, en los cuentos “Sospechas”, “Sin guitarra” y “La novia virgen”, el personaje es un aprendiz de escritor frente a la hoja inmaculada. ¿Cuándo tienes la certeza de que una historia debe ser contada de cierta forma?
JM.-
No creo que haya una sola forma válida y efectiva de contar una
historia, la cual uno debería buscar hasta encontrarla, sino más bien
una diversidad de formas legítimas y adecuadas, entre las cuales uno
elige según su sensibilidad y preferencias literarias de la época en que
escribe.
En
cuanto a los personajes escritores, me interesan no sólo en cuanto
escritores, sino en cuanto a seres humanos con conflictos semejantes al
resto que además escriben. No me convence esa premisa según la cual no
se debería escribir sobre artistas porque se corre el riesgo de que los
personajes resulten poco vivos, afectados, lejanos de la mayoría de los
lectores; tampoco me decanto por esa literatura plagada de citas
literarias y demostraciones de erudición, preocupada sólo, como dice
Rivera Letelier, por mirarse el ombligo y por abordar problemas
estrictamente literarios y artísticos que, por tanto, solo interesan a
escritores y artistas.
MC.- Una vez que le pierdes el pánico a la hoja en blanco, ¿cómo convences a los editores de que pierdan su fobia por los nuevos autores?, ¿cuál fue el camino recorrido por tu antología hasta llegar a Jus?
JM.-
Mi primer libro lo publiqué en un pequeño taller editorial de la
universidad donde estudiaba. Fue un proceso muy rápido, ya que no había
muchos aspirantes a publicar; de hecho, con mi libro se estrenó como
editor el encargado del taller de aquel entonces. Con mi segundo libro
gané un concurso regional, cuyo premio consistía en una dotación
económica y la publicación de la obra ganadora. En cuanto a Modales de mi piel, la historia es esta: hace unos años me enteré de que la editorial Jus
estaba recibiendo manuscritos de autores jóvenes, tanto novela como
cuento, y me animé a enviar mi tercer libro, que había terminado con la
ayuda de una modesta beca. No sólo es difícil que una editorial con
distribución nacional apoye a nuevos escritores, sino también que
publique cuento, un género muy poco popular, como es bien sabido. No
mucho después de haber enviado mi manuscrito, recibí una generosa
comunicación de don Felipe Garrido en la que me informaba que le
interesaba publicar el libro. De ese momento a hoy han pasado tres años.
El libro sufrió modificaciones sustanciales que se me fueron ocurriendo
mientras esperaba que viera a la luz. La espera fue larga y en
ocasiones exasperante, pero se ha visto recompensada.
MC.- ¿Por qué el primer y último cuento tienen como escenario un asilo de ancianos?, ¿ahí cierras el ciclo de memoria, erotismo, reinvención y olvido?
MC.- ¿Por qué el primer y último cuento tienen como escenario un asilo de ancianos?, ¿ahí cierras el ciclo de memoria, erotismo, reinvención y olvido?
JM.-
La vejez me interesa como estadio límite; como umbral entre lo conocido
y lo desconocido; como un asomarse, con angustia o estoicismo, a lo
efímero, a la desaparición, a la progresiva decadencia. Todas las etapas
de un ser humano son susceptibles de volverse literatura, pero esta
etapa en particular me resulta muy rica por la nostalgia, el miedo, el
desconcierto y la incertidumbre que, intuyo, entraña. Por eso decidí
cerrar y abrir el libro con dos cuentos protagonizados por ancianas y
ubicados en un asilo, que además están conectados entre sí y de algún
modo se complementan.
MC.- ¿La sensualidad y el amor no están distantes del suspenso y del terror?, lo pregunto por los cuentos “La novia virgen” y “Temor de los hombres lobo”…
JM.-
Desde que se inventó la figura del vampiro han estado cerca, quizás
incluso antes. En ocasiones, lo que más tememos también nos atrae de una
manera irresistible, ¿no es cierto? Por eso podemos transfigurar en
placer el miedo. Pese a ello, debo decir que no es mi intención escribir
relatos sexualmente estimulantes. El erotismo me parece un arte de
difícil ejecución si se busca no caer en lo fácil, en lo manido. No es
que no recurra a las escenas de sexualidad explícita, pero no busco que
ellas tengan la función de alborotar la hormona del lector, sino de
evidenciar conflictos que van más allá del sexo.
En
cuanto a los dos cuentos que mencionas, creo que en ellos, como en
otros relatos del libro, exploro mi interés por la literatura
fantástica. Querría que funcionaran como historias fantásticas, en
primer término, y no solo como metáforas o símbolos de algo que está más
allá de ellos, pero a la vez me gustaría que fuesen capaces de sugerir
conflictos compartidos por nosotros, habitantes de este mundo tan
pedestre y escaso de magia.
MC.- Leí varios juegos psicológicos y de abandono. Mencionaré mis tres cuentos favoritos: “Grietas”, “Soborno” y “Jackie”. ¿La seducción narrativa es una manipulación de la vida y las emociones reales?
JM.-
En mi experiencia, el atractivo de la ficción es hacer pasar por real,
al menos durante la lectura, un ámbito recreado por nuestra memoria y
nuestra imaginación que no lo es y que, sin serlo, en toda su riqueza y
desmesura, indaga en un sinnúmero de experiencias y conflictos de
nuestra realidad más palpable. Espero que esto no suene a galimatías
tipo Carlos Fuentes (risas).
MC.- “Modales de otra piel” narra la transformación de un hombre hasta convertirse en Érika; si bien la literatura te permite ser otras personas, aquí lo importante es la metamorfosis y asimilación de lo femenino. ¿Fue difícil encontrar la voz narrativa desde la perspectiva de una mujer?
JM.-
No fue más difícil que escribir desde la perspectiva de un anciano que
no soy, o desde la de un niño que no soy, o desde la de un escritor
joven que no soy, pese a que también soy joven y escribo. Escribir, me
parece, tiene mucho que ver con la empatía, con ponerte imaginariamente
en los zapatos del otro, sin importar qué tan distante parezca de ti: a
fin de cuentas, en todos hay un sustrato común que nos permite
reconocernos en los actos, omisiones, palabras y silencios de otros
seres humanos. Como bien dice Octavio Paz en “Piedra de sol”: Para que
pueda ser he de ser otro,/ salir de mí, buscarme entre los otros,/ los
otros que no son si yo no existo,/ los otros que me dan plena
existencia,/ no soy, no hay yo, siempre somos nosotros”.
No
creo que haya una visión femenina y otra masculina, ni dentro de la
literatura ni fuera de ella. No es verdad que los hombres seamos de una
manera y las mujeres de otras. Los seres humanos somos de distintas
maneras; el sexo no nos divide en dos grupos homogéneos. Si fuera verdad
que existe una visión sola fisión femenina que todas las mujeres
compartirían, sería imposible que escritores varones hubieran creado
personajes femeninos convincentes. Sabemos que no es el caso: Madame
Bovary, Ana Karenina y Molly Bloom, por poner tres ejemplos, fueron
concebidas por la imaginación de hombres. Lo que menos me importa es el
sexo del autor cuando elijo un libro. No leo buscando visiones femeninas
o masculinas, sino personajes e historias que exploren la condición
común a ambos sexos y me den cuenta de ella. No necesito ser mujer para
inventar un personaje mujer y tratar de comprenderlo a profundidad; no
necesito ser asesino para fraguar un personaje que lo sea de forma
convincente.
Aclarado
el punto, en “Modales de otra piel” quise explorar la idea -sin que
fuera demasiado explícita, sin que el lector tenga la obligación de
compartirla- de que no somos un alma ajena a nuestro cuerpo, no somos
una esencia que podría separarse del “cascarón” sin detrimento de
nuestra identidad, sino la piel que habitamos y las experiencias que
hemos vivido. Si pudiéramos habitar otro cuerpo, no seríamos el mismo
ser extraviado en una “casa” distinta”, sino otro ser, con otro tipo de
necesidades y deseos, puesto que percibiríamos el mundo sensible de una
forma inédita. En el cuento, la metamorfosis la vive un hombre que se
convierte en mujer, pero igual podría haber sido un hombre que se
convierte en anciano, o una mujer que se convierte en niño, o una monja
que se convierte en bailarín nudista. No son lo masculino y lo femenino,
me parece, el conflicto central, sino el cambio de “cascarón”.
MC.- Enrique Serna abordó -por primera vez- el tema del viagra y la disfunción eréctil, en su novela “La sangre erguida”;
tú describes la disfunción y eyaculación precoz en los cuentos “Amor de
emergencia” y “Uno no conoce hasta que se conoce”. ¿A la narrativa
mexicana todavía le cuesta trabajo desnudar el tabú?
JM.-
Tengo la impresión, no sé si sea justa, de que no hay tabúes para la
narrativa actual, de que hay mucha libertad, a pesar de que todavía
existen lectores a los que les gustaría que la literatura estuviera
libre de majaderías y escenas fogosas, como si ellas no formaran parte
de nuestras vidas. Ciertamente, en La sangre erguida Enrique
Serna le dio al pene un protagonismo que yo no recuerdo haber visto en
otra novela. Es estupenda la forma humorística pero a la vez honda y sin
tapujos en que el libro explora las delicias y al mismo tiempo los
dolores de cabeza que nos deparan a los hombres nuestros respectivos
órganos sexuales. Alguien podría preguntarse si este no es un conflicto
que revela la identidad masculina. Creo que revela más bien los
prejuicios, las expectativas y los miedos creados por hombres y mujeres
en torno al pene, que no necesariamente son propios del sexo masculino y
que tienen semejanzas con los conflictos de las féminas con algunas
partes de sus cuerpos, como los pechos. No es esta, pues, una novela
para hombres ni para descubrir la verdad identidad del hombre, sino que
explora ámbitos comunes a ambos sexos, aunque en principio no lo
parezcan.
MC.- ¿Por qué Enrique Serna es tu escritor mexicano preferido?
JM.-
Uy, qué difícil pregunta. En primer lugar, Enrique es un gran contador
de historias. Incluso en sus primeros libros, en los que experimentaba
más que ahora con la estructura novelesca, no se olvida de que lo
central, lo básico, es contar una historia que atrape, seduzca, revele,
cuestione, conmueva. Tiene muy claro que el conflicto es pieza
fundamental de un relato y lo maneja con soltura y solidez. Es, además,
un narrador que indaga al interior de sus personajes a través sobre todo
de sus acciones, omisiones, palabras y silencios, más que de sus
pensamientos, a la vez que radiografía los vicios de las sociedades que
recrea. Tiene buen sentido del humor sin ser frívolo. Sus temas,
técnicas e intereses son muy diversos: lo mismo nos sorprende con una
novela histórica que con un cuento distópico que con una novela
presuntamente autobiográfica que con una ficción sobre un personaje del
que los escritores no suelen ocuparse: una reina de belleza. En fin.
Razones para admirar a este gran escritor, que merece mucho más éxito
del que tiene, sobran.
MC.- El único escritor mencionado en tu libro -independientemente de los epígrafes- es Mario Vargas Llosa. ¿El website ficticio era un pequeño homenaje al Nobel de literatura del Perú?
JM.-
En realidad, la página existió. Durante mucho tiempo fue el portal más
completo dedicado a Vargas Llosa. Actualmente ya no está en línea, por
desgracia. Su creador es un amigo muy querido que me inspiró el cuento
al que te refieres, “Uno no se conoce hasta que se conoce”. Pese a que
uno de sus narradores comparte algunos rasgos con mi amigo, aprovecho
para aclarar que la anécdota es absolutamente inventada. No es mi labor
ventilar intimidades ajenas (risas).
MC.- Finalmente, eres un gran lector y crítico literario. ¿Cuántas imágenes, versos, autores y páginas rondan tu imaginario antes de redactar un cuento?, ¿cómo decides las lecturas, o son ellas -lecturas y musas- las que te definen como escritor?
JM.- Cuando le otorgaron el Nobel a Vargas Llosa, el escritor cubano Leonardo Padura declaró que releía Conversación en La Catedral
cada vez que estaba por empezar la escritura de una novela con el fin
de inspirarse. Ese sí que es un homenaje, ¿no? Quizás también sea una
buena forma de conjurar la inseguridad que ataca incluso al mismo Vargas
Llosa durante la redacción de un libro. En ocasiones querría hacer algo
parecido al enfrentarme a la hoja en blanco: releer algunas de mis
novelas favoritas para sentirme menos solo y desamparado con aquel parto
placentero a la vez que doloroso y difícil. En otras ocasiones querría
olvidarme de mis libros predilectos, que solo graviten en mi
inconsciente, para buscar mi propia voz, mis propias técnicas, mi propia
aportación.
Mis
lecturas me definen no sólo como aspirante a escritor, sino como ser
humano. Estoy convencido de que mi biblioteca representa de modo tan
fiel mi biografía como las cosas que he hecho y dejado de hacer. En Modales de mi piel
creo percibir deudas contraídas con autores como Cervantes, Cortázar,
Marsé y, por supuesto, Vargas Llosa -espero que esto no suene
pretencioso: lejos de mí el ridículo afán de compararme con estos
gigantes-. Leyendo a estos autores me resultó más evidente el poder de
la ficción, de la imaginación, para defendernos contra las ofensas o
precariedades de la realidad. ¿El Quijote es un viejo loco o un hombre
sabio que finge su locura para poder hacer realidad su sueño de
convertirse en caballero andante, sueño al que todos quienes se lo
topan, sin saberlo y entre burlas, contribuyen?, ¿la madre de “La salud
de los enfermos”, el cuento de Cortázar, es una pobre viejecita ingenua o
alguien que se deja llevar por un feliz engaño para mejor soportar los
duros golpes de la vida?
Varios
personajes de mis cuentos también se engañan; la autosugestión es una
constante en ellos. Dichos personajes, jóvenes o viejos, locos o
cuerdos, hombres o mujeres, se inventan historias porque la realidad no
llega a satisfacerlos, de modo deben crear una realidad alternativa que
les da cierta alegría y cierto sosiego, que los defiende contra la
amargura y el desánimo. De cierta forma, ese es el papel de las
ficciones en nuestras vidas.
Fuente: http://www.elclarin.cl/web/index.php?option=com_content&view=article&id=1215:javier-munguia-los-modales-de-mi-piel-narran-lo-inconfesable&catid=7:entrevista&Itemid=8