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Posted by : Unknown lunes, 18 de marzo de 2013


A esas horas de la noche el metro de París está casi vacío. Su rostro era como esa noche: cerrado y oscuro.
 Llevaba unos pantalones a rayas, calzaba sandalias y tenía el pelo negro y ondulado. Un aire a personaje de novela, un príncipe extraviado en un laberinto, un hombre que estaba ahí por un azar del destino, sin poseer realmente su lugar. Se tenía la impresión de que podría desaparecer absorbido por esa noche. Entonces, ella empezó a mirarlo fijamente, sin mover un milímetro la mirada del eje central de sus ojos oscuros. Sintió que una música melancólica empezaba a sonar, repetitiva y embriagadora. Algún músico en el metro. Cruzó las piernas y el metro continuó su viaje, la luz vibró por unos instantes y ella aprovechó para desabrocharse la blusa mientras él empezaba a mirarla. No le preguntaría su nombre aunque se dio cuenta de que podía ser mexicano… o colombiano. O cubano.
Sintió  temor, pero ya no podía dar marcha atrás, él estaba ahora sentado frente a ella y extendía las piernas sobre su asiento, atrapándola como en una tenaza. Dijo sí, o no dijo nada cuando empezó a besarla mientras el metro avanzaba produciendo ruido de fierros que chocaban, con intermitencias de luz y sacudidas que hacían que su flequillo le cayera sobre los ojos. Se subió la blusa y él le besó los senos. Nadie subió en ninguna estación y él siguió besándola profundamente, metiendo la lengua hasta su garganta mientras sus dedos se deslizaban entre sus piernas. Ella gimió. Él dijo algo en español, estás muy buena, o algo así, y ella se dejó lamer el cuello, morder la punta de los pezones, hasta que sintió que su glande se erguía para apuntarla como si fuese a atravesarla, produciéndole angustia pero sin lograr disminuir su deseo. Oía las frases de una película: Es muy fácil abordar a un hombre en el metro, basta con mirarlo con insistencia. Siempre ceden, luego te vas sin dar tu nombre.
Cuando él estuvo a punto de penetrarla, ella sacó un preservativo y le pidió que se lo pusiera. Él obedeció sin decir nada mirándola como si estuviese recibiendo los servicios de una prostituta que luego le pediría dinero, sin descifrar el mensaje y actuando como si esperase que ella le pidiera de todas formas algo a cambio. Cubrió con el preservativo su sexo enhiesto y la penetró una, dos, varias veces, hasta hacerla resbalar sobre el asiento. Su cabeza daba golpes contra la barra de fierro, como si fuese a explotar.
La miró largamente, tal vez esperaba que le pidiera dinero. Ella sólo volvió a preguntar: ¿Mexicano? Y él negó con la cabeza. Qué importa, se dijo, y descendió en la siguiente estación.
Información del Libro:
Nombre de la Autora: Patricia de Souza.
Las mujeres y relatos que habitan este libro son el fruto de la revolución cultural que significa la famosa frase de Simone de Beauvoir: “una mujer no nace mujer, lo deviene”. En este conjunto de relatos de Patricia de Souza lo erótico es tan sólo una de las formas y una de las reivindicaciones sobre la exploración hacia este devenir de lo femenino; aquí el acercamiento al placer no es maldición, sino reconocimiento. En estas páginas lo sexual tiene que ver con cierto brillo lunar, con una imaginación irreverente y luminosa que dice: aquí estoy, no tengo miedo, sigo mi deseo… 

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