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Posted by : Unknown viernes, 22 de marzo de 2013

Nombre del Autor: Miguel Ángel Hernández Acosta.

El peor día de su vida, Rodrigo Castelares recibe la noticia de que su padre, quien lo abandonó de niño, ha muerto dejándole una herencia. Sin embargo, la herencia dista mucho de ser la que él espera y guiado por una joven deberá de resolver una disyuntiva: ¿somos lo que nuestros padres hacen de nosotros o podemos escoger otro camino?; y sobre todo: ¿es la fe una charlatanería? Hijo de hombre, de Miguel Ángel Hernández Acosta cuenta de una manera oscura y cercana a nosotros, lo que Juan Rulfo había escrito ya en sus cuentos: la lucha por el alma de los hombres entre la fe y la superstición.
 Información del autor:
Miguel Ángel Hernández Acosta (Pachuca, 1978) cursó el diplomado en Creación Literaria en la escuela de la SOGEM. Ha tomado talleres con escritores como Daniel Sada. Algunos de sus cuentos se han publicado en internet en revistas como Ficticia, Letralia, Revista Espiral); además lleva la bitácora mangelacosta.blogspot.com.




Decía Borges que de entre las infinitas posibilidades que existen para contar una historia siempre podríamos resumirla en una: la de un hombre que decide perseguir a otro. Ya sea para matarlo, ya sea para aprenderlo. Ya sea para apropiarse de lo que es él, para Borges la narración podía simplificarse en esto: un hombre que persigue a otro.
Ejemplos de esto hay muchos: El hombre que persigue al asesino de su familia en el cuento “El Hombre” de Juan Rulfo; Pierre que sin saberlo, anda tras el pasado de Michéle, en “Las armas secretas”, de Julio Cortázar, o bien, la mansa espera que es al mismo tiempo una persecución en el cuento “Bienvenido Bob”, de Juan Carlos Onetti, en el que un viejo pretendiente cuenta cómo Bob, el hermano de la chica que pretendía, logró alejarlo de la muchacha aduciendo al fracaso al que llegan a cierta edad los hombres que no son extraordinarios. Y sólo como remate a esto, tenemos una novela extraordinaria del Fonseca, El gran arte, en el que un abogado debe de asesinar al homicida de su novia y matarlo con un cuchillo y sólo con un cuchillo, para poder hacerle sentir al asesino el acerado corte del metal que sintió su novia al morir.
En la literatura mexicana también existen los grandes perseguidores: Juan Preciado que va tras el fantasma de su padre, Pedro Páramo; los personajes desastrados de varios de los cuentos de José Revueltas e incluso, una pequeña obra que es la persecución de un fantasma; La oración del 9 de febrero, en la que Alfonso Reyes va tras la memoria de su padre muerto en el inicio de la decena trágica, me refiero al general Bernardo Reyes.
¿Qué hay en la novela, Hijo de hombre, de Miguel Ángel Hernández Acosta para que empiece mi breve presentación con referencias a los grandes perseguidos y perseguidores? Justo eso: un hijo que recibe la noticia de la muerte de su padre y con ésta la herencia que el padre le ha dejado en un pueblo, un hijo que persigue ahora al fantasma de su padre para armarlo con los registros que éste ha dejado tras de sí en un pueblo del estado de Hidalgo. Un hijo que decide construir a su padre a través de la memoria y también de las pistas que nuestros progenitores esconden a veces ante nosotros.
Rodrigo Castelares, quien ha perdido a su madre, “la vieja” como le llama en la obra, y por indeciso ha terminado su relación con su novia, Rebeca, que curiosamente significa lazo, se encuentra libre para tomar una decisión. Rodrigo Castelares, este hombre mediocre, hundido, deshecho, como dice Onetti en su cuento, que libre de cualquier atadura o, tal vez, sólo atado a la propia, a la que cada hombre elige: todos traemos una soga al cuello que cada cierto tiempo nos asfixia, sale al encuentro del padre, Jacinto Castelares, a un pueblo que, al igual que Comala, está poblado por viejos que son como fantasmas, como dice uno de los personajes de la novela cuando refiere todo lo que hizo Jacinto Castalares por los pobladores de Real del Monte: “—Ellos nos habían devuelto la vida, la salud, la fe.”
Ya en Real del Monte, Rodrigo debe de resolver la verdadera herencia del padre: el santo del pueblo, casi el patrono del pueblo, el verbo encarnado hecho de nuevo hombre ante los ancianos que son un corifeo a lo largo de la novela, un corifeo que dirige la vacilación de Rodrigo, que lo alienta, que devela ante el hijo lo que el padre ha sido sin atreverse a ir más allá de la enunciación de la santidad del padre, no así Silvia y Joaquín, las comparsas de Jacinto Castelares, quien exigen de diversas formas que Rodrigo toma la verdadera herencia de Jacinto, no una hecha de casas, libros, sino una construida a partir de la fe, de la plática con los espíritus, un hombre que es el intermediario entre los la humanidad y la divinidad.
La novela es pues la resolución a esta gran pregunta: ¿es la fe una superstición? ¿Son nuestros padres o la ausencia de estos lo que nos define? ¿Llegado un momento, un hombre puede elegir su destino o está confinado a lo que ya ha decidido para toda su vida, decisiones tomadas al arbitrio de la ignorancia de lo que vendrá?
Estamos ante una novela madura de un autor joven, por que si bien la obra se puede resumir a lo que acabo de relatar, es mucho más que eso. Miguel Ángel la ha cargado de símbolos, ha trazado una ruta, diría casi espiritista con su primera novela, relaciones con la pérdida del padre, la madre, la lucha entre el patriarcado y el matriarcado, las tentaciones y la fe.
En una narrativa contemporánea joven que se ha regodeado con la narrativa de la caída del hombre, la novela de Hernández Acosta es de las pocas que ha decidido tomar al hombre en su ascenso y las dificultades que esto plantea: Rodrigo Castelares está deshecho desde las primeras líneas de la novela y en tres días, como el viaje de Jesús al infierno, terminará por levantarse aunque tenga salidas fáciles como Silvia, la hija de Joaquín, de quien intuimos una posible relación; como Joaquín, quien le promete una estabilidad financiera, o de todo un pueblo, un Real del Monte que funciona como una consciencia colectiva al estilo de Fuenteovejuna, quien le puede dar reconocimiento y poder.
Lo más importante de Hijo de hombre es que está construida también a base de intuiciones. El personaje nunca tiene la información completa a su alcance. Los comparsas, Silvia, Joaquín, un viejo que ha perdido a su hija, nunca revelan de manera completa lo que son o bien, cambian de espejo para presentarse ante el joven Rodrigo con otras máscaras para ver si cae. Incluso en una de las escenas mejor logradas de la novela, cuando Silvia intercede por Rodrigo ante un Elit, un espíritu, uno nunca sabe como lector qué está ocurriendo en realidad.
Hijo de hombre es una novela espiritual en muchos sentidos, pero que toma las tradiciones de la literatura mexicana para construir algo inesperado: aquí están con la distancia razonable, los fantasmas del padre de Juan Rulfo, el debate de la fe de Rosario Castellanos en Oficio de Tinieblas, aquí están los pueblos miserables de Agustín Yáñez. Incluso, las ricas descripciones gastronómicas que Miguel Ángel pone por aquí o por allá, evidentemente pagado por la Secretaría de Turismo del Estado de Hidalgo.
Finalmente, estoy seguro que Hijo de hombre tendrá su lugar en la literatura mexicana escrita en la actualidad. Este hombre deshecho, desecho, estoy seguro que logrará construirse ante los lectores. 
Antonio Ramos Revillas

Fuente: http://www.elhorizontal.com/2011/04/resena-de-hijo-de-hombre/ 

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